Alberto Fernández presiona a los gobernadores para aprobar la Ley del Aborto
Los verdes confían en ganar en Diputados y esperan una pelea pareja en el Senado, donde el Gobierno necesita torcer la balanza. Vilma Ibarra y Ginés pelean la letra final del proyecto.
Alberto Fernández prometió enviar la ley del aborto en 10 días y quiere aprobarla en no más de 20, sin los cinco meses de debate que animaron las calles y el Congreso hace dos años. Pero necesita la ayuda de los gobernadores que fueron artífices de su triunfo en octubre y no todos parecen dispuestos a colaborar con esta causa.
Sin al menos una parte de ellos no aporta sus legisladores el proyecto podría pasar con fórceps en Diputados y entraría en zona gris en el Senado, donde en 2018 las provincias del norte se hicieron sentir y lograron rechazarlo. Una de sus bases de batalla fue la agrupación «Peronistas x la Vida», con referentes como los gobernadores como Gildo Insfrán (Formosa) y Jorge Capitanich (Chaco), por entonces intendente de Resistencia.
Convencidos de que son su última esperanza, la militancia Provida multiplicó los celulares para operar en los territorios favorables y especula con una certera presión de los influyentes obispos locales. «En cada provincia tenemos gente para estar encima de los gobernadores, pero no sabemos cuánto podrán sostener la presión de Alberto. Son decisivos para lo que pase», confiaron a LPO.
Fuentes de la Casa Rosada aseguraron a LPO que aún no llamaron a los gobernadores para que cedan a sus legisladores, pero no tardarán en acercar posiciones y la redacción final del proyecto que aún se hace esperar tendría mucho que ver con la necesidad de ablandarlos.
En esa línea estaría el ministro de Salud Ginés González García, promotor de la objeción de conciencia institucional (se lo anticipó a los ministros de Salud de las provincias) y de un texto más cercano a la despenalización del aborto que a la legalización plena, que requiere una regularización de la práctica en el articulado.
Choca con la secretaria Legal y Técnica Vilma Ibarra, con años de militancia verde y quien habría convencido a Alberto de anunciar en el Congreso un proyecto más cercano al que exige ese colectivo. Si lo consigue complicará la negociación con los gobernadores y alejará a un grupo de senadores que, por ahora sin levantar el perfil, vuelven a pedir una redacción light para acompañar y garantizar la ley.
Los poroteos que circulan por el Congreso vaticinan un escenario cercano a la aprobación del proyecto en Diputados, donde hasta los celestes admiten 114 votos a favor y 31 indecisos, pero no suman entre los nuevos respaldos a Claudia Bernazza y Luis Patiño, reemplazos de Daniel Scioli y Elisa Carrió.
Empujados por el peronismo de Buenos Aires, que Máximo Kirchner les garantizó a su favor cuando inscribió la listas, los verdes aseguran que están al filo de los 129 del triunfo con sus «votos sorpresa», que tratan de no exponer porque muchos son de provincias hostiles y podrían acobardarse. Es en ese conteo de débiles cuando aparece el poder de fuego de los gobernadores.
El chaqueño Aldo Leiva, indeciso en la mayoría de las planillas, confirmó a LPO que votará «no positivo». Mientras que los formoseños María Graciela Parola y Nelly Dalvobo aún no responden llamados. En 2018, una dupla de peronistas leal a Insfrán fue indecisa hasta el último día y luego votó en contra. Uno era Gustavo Fernández Patri, ahora anotado celeste.
Santa Fe es territorio de disputa porque nadie sabe bien qué piensa el gobernador peronista Omar Perotti, quien cuando fue senador se abstuvo y repetía en el Congreso que en nada le había complicado para ganar la provincia. Sus diputados coterráneos Esteban Bogdanich y Germán Martínez (cercano al kirchnerista Agustín Rossi) no tomaron posturas.
San Juan fue Provida con José Luis Gioja como emblema y Francisco Guevara, diputado desde diciembre, es uno de los calladitos. La ex gobernadora de Catamarca Lucía Corpacci, ahora diputada del PJ, se mantiene indefinida como su comprovinciano Dante López Rodríguez. Su gobernador Raúl Jalil, por ahora no habló.
El debate de la ley lo coordinará el diputado tucumano Pablo Yedlin, cercano al gobernador Juan Manzur, a favor del aborto y confiado en sumar a su vecino Carlos Cisneros. Santiago del Estero fue otro bastión celeste en 2018 con anuencia del gobernador Gerardo Zamora, el primer albertista rebelde. Sólo tiene un diputado indeciso: Bernardo Herrera.
¿Y si define Cristina?
En el Senado los sondeos de unos y otros anticipan un escenario de suma paridad y hasta un posible empate en 36 si los por ahora 4 indecisos se vuelcan a favor y ningún celeste cambia de parecer. Obligaría a Cristina Kirchner a sancionar la ley con su voto, ganarse la aclamación verde y el repudio eterno del Papa Francisco.
En esta Cámara pesa más la letra final del proyecto para torcer a los «celestes dudosos», como ya se denominan a quienes rechazaron la ley pero ahora aceptarían despenalizar el aborto y no ir mucho más lejos. Reflejará esa posición el misionero Maurice Closs, decidido a volver sobre sus pasos si la versión final de la ley no obliga al sistema de salud de las provincias a financiar las prácticas sin ayuda de Nación.
Su coterránea Magdalena Solari Quintana fue una de las celestes que aprobó el viernes el pliego de la defensora del niño Marisa Graham pese a que en una entrevista avaló el aborto legal, aunque aclaró que seguirá militando por las «dos vidas» como «la mayoría» de su provincia.
Sólo 22 los senadores que rechazaron a Graham por aquellas declaraciones y si bien varios más aclararon que no se tiñieron de verde por respaldarla, varios entraron en territorio de sospecha. Son los casos de la catarqueña Inés Blas (otra de las que hace dos años demoró su definición hasta el final) y de la neuquina Lucila Crexell, quien vuelve a pedir una despenalización a secas para acompañar.
El santafesino Roberto Mirabella, reemplazante de Perotti, lo está imitando en sus dudas aunque sus reuniones con grupos ProVida en 2018 esperanzan a los celestes, que ya tendrían de su lado al peronista chaqueño Antonio Rodas, quien en diciembre relevó en la banca al verde Eduardo Aguilar. Su par entrerriano Edgardo Kueider figura como indeciso en todos los poroteos.
Stella Olalla, también de Entre Ríos pero del PRO, está anotada en contra por los verdes pero los celestes no la garantizan. El salteño Sergio Leavy votó por las dos vidas en 2018, cuando era diputado, pero en su campaña a gobernador se ató el pañuelo verde y pidió un plebiscito, una salida que volverá a escucharse aun cuando, de existir, la Constitución impide que sea vinculante. Aquel año el obispo de Corrientes Andrés Stanovnik presionó y garantizó el voto de Carlos Espínola pero no el de Ana Almirón, de La Cámpora, de las únicas senadoras que los celestes confían en convertir.
Un texto amigable y los llamados certeros a los suyos de Alberto y Cristina podrían torcer la historia y garantizar la ley. Necesitan sumar a los dos sanjuaninos (Rubén Uñac y Cristina López Valverde), ambos cercanos al gobernador José Uñac, que el viernes votaron a favor de Graham a diferencia de su jefe de bancada, el formoseño José Mayans, por ahora decidido a desafiar a Alberto y militar en contra del aborto.
Hay otros tres senadores que aquel 8 de agosto votaron en contra pero los verdes confían en capturar, porque recuerdan que se definieron a último momento cuando la ley se caía y no tenían motivos para pelearse con sus vecinos Provida.
Fue el caso de la rionegrina Silvina García Larraburu, la única del bloque de Cristina que votó en contra, previo llamado del obispo local. Se hizo desear y pulsó el botón rojo el radical Juan Carlos Marino, pese a que el entonces gobernador de La Pampa Carlos Verna había definido la votación de Diputados con los suyos, convencido de que en su provincia había una mayoría verde.
Estaba decidido a votar a favor José Alperovich, pero con la tendencia en contra y cien mil tucumanos en las calles se arrepintió. Tiene licencia hasta mitad de año por una denuncia de abuso sexual y si el proyecto se votara con él en el recinto, sus pares no esperan que lo rechace. Si se define antes, los celestes perderán uno propio, cuando no les sobra nada. Y tienen que ganarle al presidente.