San Lorenzo: Hoy se conmemora un nuevo aniversario del combate
Hace 207 años los granaderos de José de San Martín vencieron a las fuerzas españolas en el Combate de San Lorenzo. Fue el único combate en territorio argentino del padre de la Patria.
El 3 de febrero de 1813 los granaderos de José de San Martín vencieron a las fuerzas españolas en el Combate de San Lorenzo.
El enfrentamiento armado se desarrolló junto al convento de San Carlos Borromeo situado en la localidad de San Lorenzo. Las fuerzas independentistas rioplatenses (argentinas) sorprendieron y vencieron a las españolas de la Milicia urbana de Montevideo (realistas) quienes vía fluvial aprovisionaban la ciudad en el Sitio de Montevideo (1812-1814). Fue el único combate en territorio argentino que libraron tanto el Regimiento de Granaderos a Caballo como su creador, el entonces coronel José de San Martín.
“Qué distintas hubieran sido nuestras infancias y nuestros entusiasmos patrióticos si antes de enseñarnos de memoria la bella ‘Marcha de San Lorenzo’ nos hubieran explicado por qué se libró aquel combate, qué intereses estaban en juego o, aunque sea, qué quería decir ‘Febo’. Nos tendrían que haber dicho, que las fuerzas españolas de Montevideo se autoproclamaban como las continuadoras del virreinato del Río de la Plata y llevaban adelante una férrea resistencia contra el gobierno de Buenos Aires, al que obviamente se negaban a reconocer, y constituían un verdadero peligro para la continuidad de la Revolución”, relata el historiador Felipe Pigna en su portal web.
Aquí, un fragmento de la reseña publicada por Pigna a 207 años del Combate de San Lorenzo:
Los hombres que combatirían finalmente en San Lorenzo eran unos 150 granaderos de elite que el propio San Martín había seleccionado por sus condiciones de combate, gente de temer para el enemigo, los que marchaban hacia las costas de nuestro majestuoso Paraná para hacer frente a esa amenaza, en el ardiente verano de 1813. San Martín, que esperaba ansioso la oportunidad de entrar en combate, destinó vigías que, desde tierra, siguiesen los movimientos de los buques españoles y, gracias a ese trabajo de inteligencia, decidió esperar el desembarco cerca de la posta de San Lorenzo, estableciendo su cuartel en el convento de San Carlos.
Sus espías trabajaban intensamente y gracias a ellos pudo saber con precisión que el jefe español Zabala venía navegando por las aguas del Guazú desde el día 17 de enero con una escuadrilla que era superior a toda la flota que pudiera reunir la naciente patria: once barcos muy bien artillados con unos 300 hombres entre las tropas de desembarco y la marinería. El viento norte soplaba a favor de los justos y venía complicando la navegación a vela de la flota invasora. Para el día 28 la flota realista ya andaba por San Nicolás, llegando al Rosario el 30. Allí los vio desembarcar el paisano Celedonio Escalada, quien le avisaba al jefe que estaba dispuesto a resistir con sus 22 hombres de a pie y 30 de a caballo y un cañoncito. Pero la avanzada siguió hacia el Norte, a unos 27 kilómetros de Rosario, donde el río se ensancha a la altura de la Posta de San Lorenzo, un pueblito de unos 20 ranchos, pero con el importante convento de San Carlos Borromeo, fundado por los franciscanos provenientes de la estancia del Carcarañá en 1790.
La marcha de San Martín fue tan sigilosa, que hasta un avezado observador como William Parish Robertson –en ese momento en viaje desde Buenos Aires hacia Asunción del Paraguay– no pudo percatarse de la presencia de los soldados hasta que en la posta de San Lorenzo se topó con dos hombres de guardia y pensó que serían infantes realistas desembarcados: “Vi confusamente en las tinieblas de la noche los tostados semblantes de dos arrogantes soldados en cada ventanilla del coche. No dudé que estaba en manos de los marinos [realistas]. ‘¿Quién está ahí?’, dijo autoritariamente uno de ellos. ‘Un viajero’, contesté, no queriendo señalarme inmediatamente como víctima por confesar que era inglés. ‘Apúrese’, dijo la misma voz, ‘y salga’. En ese momento se acercó a la ventanilla una persona cuyas facciones no podía distinguir en lo oscuro, pero cuya voz estaba seguro de conocer, cuando dijo a los hombres: ‘No sean groseros; no es enemigo, sino, según el maestro de posta me informa, un caballero inglés en viaje al Paraguay’. Los hombres se retiraron y el oficial se aproximó más a la ventanilla […] combinando sus rasgos con el metal de voz, dije: ‘Seguramente usted es el coronel San Martín y, si es así, aquí está su amigo míster Robertson’. […] El coronel entonces me informó […] que había venido (andando principalmente de noche para no ser observado) en tres noches desde Buenos Aires.5 Dijo estar seguro de que los marinos no conocían su proximidad y que dentro de pocas horas esperaba entrar en contacto con ellos. ‘Son doble en número’ [los realistas], añadió el valiente coronel, pero por eso no creo que tengan ‘la mejor parte del día’”.
Como nos hicieron cantar de chicos, cuando Febo asomó el 3 de febrero de 1813, unos 250 realistas, apoyados con 11 naves con su respectiva artillería, desembarcaron para dedicarse prolijamente a saquear lo que estuviese a su paso. Pero esta vez la población no estaba indefensa, y el ataque envolvente ordenado por San Martín los obligó a reembarcarse.