Geopolítica de alimentos
Recientemente la editorial Biblos publicó la interesante obra Geopolítica y alimentos: el desafío de la seguridad alimentaria frente a la competencia por los recursos naturales del autor rosarino Juan José Borrell, docente de la U.N.R. y de la Escuela Superior de Guerra del Ejército. Algunos comentarios sobre los puntos salientes del libro se destacan a continuación.
La lectura de Geopolítica y alimentos: el desafío de la seguridad alimentaria frente a la competencia por los recursos naturales de Juan José Borrell resulta interesante por varias razones: La geopolítica es una disciplina escasamente abordada en las universidades públicas argentinas. La especificidad del tema elegido es, también, una novedad. Por último, la desmitificación de la recurrente alusión a una «cosecha record» salvadora para el país aún sigue siendo – lamentablemente – necesaria.
Alimentos como recursos estratégicos
La obra indica que fue posterior a la II Guerra Mundial cuando emergió el tema alimentario como parte de la agenda estratégica de los países centrales. Fue en el contexto de la Guerra Fría cuando la Revolución Verde llegó de la mano de «la provisión de energía hidrocarburífera e insumos derivados para la agroproducción, los desarrollos científicos en materia de semillas y del sistema de acopio y comercialización granario internacional (y) la fijación de los precios internacionales de los commodities (…)».
Las fundaciones Rockefeller, primero y Ford, después, de fuerte vinculación con los círculos de poder estadounidense promovieron la investigación alimentaria en países periféricos e incidieron en los programas de asistencia técnica, en los que se promovía la Revolución Verde para la contención de la influencia soviética en el Tercer Mundo: En aquellas economías subdesarrolladas, el laboreo manual sería reemplazado por la mecanización, la semilla orgánica por la genéticamente modificada y la labor rural expulsaría mano de obra hacia las grandes urbes.
Las donaciones de alimentos por parte de los países centrales, según el autor, han resultado funcionales al sostenimiento de los precios de los commodities, a la par que han desalentado la producción agropecuaria en los países beneficiarios. Lejos de ser una medida humanitaria, ha fortalecido la posición dominante de los oligopolios.
Se destaca que el problema del hambre a nivel global no es de producción, sino de acceso. Por ello, es importante estudiar en manos de quién queda el ciclo del negocio agropecuario.
El decrecimiento y la contención del Tercer Mundo
Borrell se refiere a la visión neomalthusiana, presente en el informe «Los límites del crecimiento» del Club de Roma a comienzos de los setenta, el cual abogó por la contención del crecimiento industrial y demográfico (preocupación también de las fundaciones ya mencionadas) en el Tercer Mundo. Al respecto de la propuesta de esta entidad que agrupaba a las élites europea y norteamericana, un veterano político argentino señalaba: «El objetivo del era nada más y nada menos que la condena de los pueblos sumergidos a permanecer en esa condición, en la medida en que se preservaría lo esencial de la estructura económica mundial, con ajustes que consolidaban lo existente en lugar de incorporar todos los países que aplicaran la política correcta al contingente de naciones desarrolladas. El intercambio desigual entre países de producción primaria – cada vez más pobres- y los de producción integral -cada vez mas ricos- continuaría ensanchando el foso existente».
La reaccionaria perspectiva mencionada recobró fuerzas con la valorización de las commodities hacia el 2008: el crecimiento económico y de las economías emergentes y su creciente demanda de alimentos opera sobre los precios y, por tanto, detener el crecimiento y limitar la natalidad en el mundo en desarrollo vuelve a cobrar protagonismo en los think tanks del Primer Mundo, cuyos diversos informes son analizados en el libro.
…detener el crecimiento y limitar la natalidad en el mundo en desarrollo vuelve a cobrar protagonismo en los think tanks del Primer Mundo.
Límites del monocultivo
Crítico de la visión institucionalista-liberal que no observa las relaciones de poder, el autor señala con datos precisos la extranjerización de la explotación de tierras, comercialización y provisión de agroquímicos y semillas. Por tanto, no sólo no ha sido nuestro país el «granero del mundo», sino que tampoco domina los resortes para transformarse en «el supermercado del mundo».
En relación a lo anterior, cabe recordar lo indicado por Daniel Schteingart en su tesis doctoral (1) sobre la relación entre especialización productiva, capacidades tecnológicas y el desarrollo económico, donde sugiere que las capacidades tecnológicas más que determinado patrón de especialización, constituyen el denominador común del desarrollo. En ese sentido, podemos leer la insuficiencia del agro para el salto al desarrollo en la medida en que, como afirma Marcelo Gullo en el prólogo a la obra de Borrell, Argentina «en cada ciclo de producción, debe alquilar el acceso a las grandes corporaciones propietarias de las semillas, los agroquímicos y las patentes para poder cultivar los productos que su propio suelo brinda». Esto implica que la tierra ha ido perdiendo centralidad en el agronegocio.
Por lo antedicho, una apelación a una «reforma agraria» (una herramientra jurídica que disminuiría las parcelas productivas incrementando los costos relativos de producción sin afectar el dominio de los oligopolios que manejan el know-how biotecnológico) sólo resultaría funcional a mantener los precios elevados que benefician primordialmente a las grandes empresas trasnacionales del sector, concluye el autor.
Comentarios finales
Se destaca que la seguridad alimentaria no se logrará por la disponibilidad de más alimentos ni por la contención de la demanda vía la contención demográfica. Se trata fundamentalmente de una cuestión económica: los grandes oligopolios de los agronegocios se valen de su posición dominante, y de mecanismos como la inversión en biocombustibles, y otras medidas gubernamentales como la donaciones de alimentos (subvenciones encubiertas en el nivel estatal). La idea «no es producir más sino controlar la rentabilidad del precio de las commodities», asegura el autor.
En un contexto en el cual los aspectos ambientales, demográficos y alimentarios se han inmiscuido en la agenda de amenazas, China ha tomado cartas en el asunto, adquiriendo compañías dedicadas a la biotecnología y a la comercialización de cereales: se hizo de la firma anglo-holandesa Syngenta y, en nuestro país, de Noble y Nidera. El gigante asiático ha mostrado así su interés por el control de los recursos y del know-how biotecnológico en el contexto de su expansión económica, como un aspecto que hace a su seguridad.
Un desconocido para la mayoría de los universitarios de hoy. el general Juan Enrique Guglialmelli indicaba: «La soberanía tiene fundamentos espirituales, culturales, políticos, sociales, económicos, militares y hasta tecnológicos. Sólo como compuesto de estos elementos, debidamente ordenados, aparece un estado genuinamente soberano capaz de sobreponerse a las tensiones internas y de resistir las presiones externas…» (3) En una Argentina fuertemente dependiente del sector agropecuario, donde un puñado de firmas extranjeras concentran la exportación cerealera y los insumos de los que depende la producción (y seguridad sanitaria), libros como éste constituyen una lectura necesaria para el debate sobre las amenazas a nuestra soberanía.
(1) SCHTEINGART, D. “Especialización productiva, capacidades tecnológicas y desarrollo económico: trayectorias nacionales comparadas y análisis del caso noruego desde mediados del siglo XX». Tesis doctoral presentada en la Universidad Nacional de San Martín, 2017.
(2) FRIGERIO, R. «Ciencia, tecnología y futuro. Camino nacional al siglo XXI». Sielp, Buenos Aires, 1987. Pag. 102.
(3) GUGLIALMELLI, J. E. «Nación y soberanía (Reflexiones para ingenuos y desprevenidos)» en revista Estrategia Nro. 64/65 Mayo-Junio y Julio-Agosto de 1980.