A. Fernández buscará seducir al gran corredor productivo que no lo votó
Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos se tiñeron con el amarillo de Cambiemos. Aportan el 40% de exportaciones y serán vitales para el gobierno.
«Argentina del Centro». Con esa expresión, decenas de miles de usuarios coparon las redes para remarcar lo elocuente que era el mapa post electoral, con esa gran franja amarilla, el color dominante de Juntos por el Cambio, correspondiente a las provincias en las que Mauricio Macri se impuso a Alberto Fernández.
Esa franja, conformada por Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos no solo tienen en común que son las provincias donde en las urnas el oficialismo nacional terminó imponiéndose. El factor en común es que estos territorios conforman un corredor productivo fundamental para el campo y para las economías regionales.
Sabiendo de la desconfianza y el resentimiento que había quedado latente entre los productores rurales tras años de kirchnerismo, Fernández se había propuesto como uno de sus grandes objetivos de campaña revertir parte de la antipatía.
«No se puede hacer una lectura totalmente homegénea, pero está claro que en las provincias donde se impuso el macrismo confluyeron algunos factores en común, como el hecho de que el actual Gobierno tomó medidas impositivas en favor del agro y de las economías regionales, más allá de algunas contrmarchas; a lo que sumó una agresiva política de acuerdos para la apertura de nuevos mercados internacionales, como sucedió con China, que se convirtió en el principal comprador de carne vacuna argentina», plantea el analista Miguel Ponce, ex subsecretario de Industria.
Como contrapartida, Ponce señala que «sin dudas influyó negativamente el recuerdo latente de lo que dejó el kirchnerismo en las principales zonas productivas de esas provincias».
El consultor Salvador Di Stéfano, con fuerte prédica en toda el área del Gran Rosario, coincide con el diagnóstico: «El resabio de las políticas de Cristina en esa región está latente. El temor a volver a padecer las consecencias de esas políticas terminó perjudicando al Frente de Todos en las últimas elecciones».
«Macri estuvo lejos de cumplir con todas sus promesas, es cierto, pero el miedo al regreso de medidas anti campo pesó más», recalca Di Stéfano, quien agrega que en el período que fue de las PASO hasta las elecciones generales, «se registró una devolución masiva de bolsas de semilla de maíz, por el temor a que se incrementen las restricciones al cereal. Además, más productores sacaron seguros para el trigo, de modo de asegurarse un precio sin retenciones».
No es un dato menor, tratándose de provincias que explican el 40% de las exportaciones totales, principalmente por la contribución de las manufacturas de origen agropecuario.
El ahora Presidente electo debió apagar varios «incendios» cuando estaba en plena campaña. Uno de ellos lo inició un referente del kirchnerismo, como es el caso del dirigente social Juan Grabois, quien propuso una reforma agraria y la expropiación de 50.000 parcelas de campo.
Luego, se sumó una nueva polémica, cuando el PJ le planteó a Fernández un plan para el sector rural que contemplaba la segmentación de retenciones y la regulación de divisas provenientes de las ventas al exterior de granos, como parte de un plan para los 100 primeros días de Gobierno.
Anteriormente, Felipe Solá, referente del Frente de Todos, había mencionado las palabras más temidas por el agro: «Junta Nacional de Granos», haciendo referencia así a la posibilidad de reflotar un organismo que décadas atrás impuso un control férreo a la comercialización.
Fernández fue desactivando una a una estas ideas y, en muchos casos, desacreditando a sus portavoces.
Desde la Mesa de Enlace salieron a protestar por la resurrección de «recetas del pasado» que fracasaron, frente a lo cual Fernández no solo se reunió con sus referentes sino que incluso tuvo la «osadía» de enterrar una de las grandes batallas que libró y perdió el kirchnerismo, al afirmar que el conflicto de 2008 por la 125 «ya fue».
Sin embargo, no le alcanzó para imponerse en aquellos territorios donde la prédica de Juntos por el Cambio fue más fuerte.
«No hay manera de cuantificarlo, pero está claro que en muchos casos el triunfo del macrismo no fue consecuencia tanto de la aprobación de su política económica como sí un reflejo del temor que generaba y sigue generando el kirchnerismo en la agroindustria en general», apunta Ponce, quien agrega que a pesar de que Alberto Fernández se impuso y se consagró Presidente, «igualmente va a tratar de seguir tendiendo puentes, dado que este corredor es fundamental para generar dólares genuinos para una economía que debe enfrentar grandes compromisos por la deuda».
Di Stéfano coincide: «Alberto Fernández tiene un gran desafío por delante. Su gobierno va a necesitar dólares para pagar la deuda e ingresos por retenciones para hacer frente al déficit fiscal. Necesitará sin dudas de un campo que produzca y exporte».
Según trascendió, uno de los nombres que suenan con fuerza para ocupar Agricultura –que deberá definirse para ver si se mantiene como Ministerio o vuelve a convertirse en Secretaría-, es Gabriel Delgado, quien se desempeñó como secretario de esa cartera durante el último período de Cristina Kirchner.
En este contexto, crecen las versiones de que el próximo gobierno no solo no bajará las retenciones, sino que las incrementará. Sin embargo, el equipo de Fernández tiene bajo estudio planes para promover la industrialización y el agregado de valor a las commodities, al tiempo que estudian herramientas para mejorar el nivel de financiamiento, hoy uno de los puntos críticos por las elevadas tasas.
Donde reina la desconfianza es en la industria de la carne. Miguel Schiariti, presidente de la Cámara de la Industria de la Carne (CICCRA), afirmó que «la preocupación en el sector es grande. Cristina Kirchner llegó a cerrar las exportaciones y ese recuerdo está muy latente y es evidente que este factor pesó y mucho en las principales zonas de actividad ganadera».
Eran momentos en que Guillermo Moreno era secretario de Comercio y, con el objetivo de asegurar «la mesa de los argentinos», buscó provocar un exceso de stock en el mercado doméstico limitando las ventas al mundo.
Ponce menciona que esto provocó no sólo un desplome de los despachos al exterior, sino también un cierre masivo de frigoríficos con la consecuente pérdida de empleos.
Según datos de CICCRA, en el lapso de 10 años que fue desde 2005 a 2015, donde hubo períodos en los que las exportaciones directamente estuvieron prohibidas con el objetivo de desplomar el precio interno de la carne, cerraron 130 frigoríficos, provocando la destrucción de 16.500 puestos de trabajo.
Frente a esta «herencia», Schiariti fue contundente: «Si analizás cómo le fue en las localidades más importantes para la industria frigorífica, Fernández perdió por el temor de que se reinstauren los ROE y que vuelan los cupos».
En el caso de Córdoba, que ostenta cerca del 10% del rodeo vacuno nacional, los dos principales departamentos ganaderos son Río Cuarto y Río Segundo, donde el macrismo cosechó el 57% y el 62% de los votos, por encima del total provincial (48%).
En Entre Ríos, uno de los principales centros ganaderos es Villaguay, donde Juntos por el Cambio logró uno de los niveles más elevados, con casi 56% de los sufragios, unos 12 puntos por encima del nivel general.
Si se toma como referencia San Luis, que tiene en la carne a su segundo producto de exportación (ver mapa), la actividad ganadera se centra en el departamento de Gobernador Dupuy, donde la fórmula Macri-Pichetto sacó el 50% de los sufragios, 5 puntos más que el total provincial.
En la «Argentina del Centro», otra de las ramas de actividad más preponderantes es la industria láctea. Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos concentran nada menos que el 72% de los tambos que hay en el país.
Según un informe presentado por la Sociedad Rural Argentina (SRA), en 2002 había en el país 15.305 establecimientos lácteos, mientras que a fines de 2015 quedaban 10.402. Es decir que durante la gestión kirchnerista se perdieron 4.903 explotaciones.
El sector terminó padeciendo el «amiguismo» con Venezuela, que dejó un tendal de exportaciones sin pagar, una controvertida política exterior que hundió en una crisis irremontable a SanCor y a otras firmas.
En las principales cuencas lecheras del país, la performance de Juntos por el Cambio fue contundente. En Santa Fe, en la localidad de Castellanos, un polo lechero por excelencia, con cerca de un 30% de los tambos de la provincia, el macrismo superó el 58%, 15 puntos más que en todo el territorio. En Las Colonias, otra localidad clave en esta industria, llegó al 62%.
En el caso de Córdoba, en las cuencas de los departamentos de San Justo y Villa María se concentran más del 90% de los establecimientos receptores y elaboradores de leche. En el primero de ellos, Cambiemos obtuvo casi 60% de los votos, 12 puntos por encima del total provincial.
La era kirchnerista también dejó mal parada a la industria avícola, siendo Entre Ríos la principal provincia productora de carne aviar, con más del 50% de la producción y de las granjas de engorde, donde finalmente se impuso Macri.
El sector sufrió, en épocas del entonces secretario de Comercio Guillermo Moreno, el atraso cambiario en un contexto de alta inflación, que empujó al gobierno de ese entonces a instrumentar un complejo andamiaje de subsidios, que no siempre llegaron en tiempo y forma.
A esto se sumó que la industria avícola también tuvo un papel central en el acuerdo «Alimentos por petróleo», que el kirchnerismo implementó con Venezuela y que marcó el inicio del colapso de empresas como Cresta Roja.
En el caso de Mendoza, Macri corría con ventaja antes de las PASO. Por eso Fernández le puso especial énfasis a esa provincia durante la campaña. Sin embargo, era sabido que buena parte de la industria vitivinícola, hoy el principal complejo exportador, veía con malos ojos el regreso de Cristina al poder.
Si bien fue durante la presidencia de Néstor Kirchner que se produjo el boom exportador, el diagnóstico que hacen es que esto obedeció al descubrimiento del Malbec en los Estados Unidos y a la fuerte competitividad cambiaria que se heredó de la crisis del 2001. Además, los principales referentes plantean que el fuerte atraso del dólar y la falta de acuerdos internacionales, terminó por afectar seriamente a las exportaciones del sector.
«Con Macri se profundizó la caída del mercado interno. Pero el terreno que perdimos fuera del país durante el anterior gobierno por las dificultades para operar es algo que todavía hoy estamos pagando», se lamenta el gerente comercial de una de las cinco grandes bodegas exportadoras de la Argentina.
El 10 de diciembre se inicia una nueva etapa para todo el país. Y comenzará a resolverse la incógnita sobre si los temores que tenían los productores de la «Argentina del Centro» eran fundados o no. (IProfesional)