Illuminatis: Los iluminados de Baviera
La Orden de los Iluminados (Illuminatenorden en el original –alemán-, derivado del latín illumati –iluminados-, y orden) es el nombre dado históricamente a la organización Illuminati de Baviera, una sociedad secreta de la época de la Ilustración, fundada el 1º de mayo de 1776.
Sus componentes decían oponerse a la influencia religiosa y a los abusos del poder del Estado. Precisamente el gobierno de Baviera, con el apoyo, desde las sombras, de la iglesia católica prohibió, en 1785, el funcionamiento de la organización que nos ocupa y de otras sociedades que pululaban socialmente en las sombras.
Los críticos del grupo señalaron que los Illuminati se habían reagrupado y fueron protagonistas de la Revolución Francesa.
Antes de ingresar a la propia historiografía de los Iluminados, vale decir que su raíz esotérico-espiritual se remonta, dudosamente, a las escuelas mistéricas precristianas y a la masonería operativa del mundo antiguo y medieval.
Es más, podemos decir que no son pocos los que afirman que la génesis menos remota de los Illuminati es la de la red del Nuevo Orden Mundial y a ello debe agregarse que debe rastrearse en Ingolstadt (Estado de Baviera, Alemania) por disposición de su fundador Johann Adam Weishaupt (1748-1830), profesor de derecho eclesiástico y filosofía de la Universidad de Ingolstadt, a quien se unieron dos alumnos suyos, los que utilizaron como símbolo de la organización el mochuelo de Atenea, la diosa griega de la sabiduría.
El trasfondo de la decisión no fue otro que el clima intelectual reinante en el ámbito universitario que estaba dominado por los Jesuitas, una Orden religiosa que había sido disuelta.
Weishaupt fue aislado, a los 29 años, del claustro docente por fomentar las ideas de la ilustración, ya que se afirmaba que proporcionaba a sus educandos literatura crítica eclesiástica contemporánea. En el marco de ese antecedente fundó la Asociación de Sabiduría Secreta, la que en realidad no era más que un grupúsculo de lectores anticlericales[1].
El impulso
La casualidad hizo que dos episodios ocurridos en 1776 fueron decisivos para dar impulso a los iluminados. Un oficial en Burghausen, de nombre Ecker fundó una logia con orientación alquímica que se extendió velozmente como una plaga y uno de sus miembros se llevó selectivamente a jóvenes que Weisnaupt creía prometedores para desarrollar sus planes.
A pesar de ello la orden de los Iluminados tomó nuevo empuje cuando un alumno del fundador y presidente del Palatinado Renano la reorganizó como la Orden de las Abejas, porque se imaginaba el generador primario del proyecto que los afiliados deberían “recopilar el néctar de la sabiduría, dirigidos por una abeja reina, pero finalmente se decidió que el nombre debería ser Bund der Illuminaten (Unión de los Iluminados) y luego Orden de los Iluminados, pasando la asociación a transformarse en una orden secreta, influenciada en su modelo por la Compañía de Jesús.
La adhesión aristocrática
El barón sajón Adolph von Knigge tomó la decisión en 1780 y proporcionó a Weishaupt la apoyatura estructural de la aristocracia a la masonería a la vez que lo catapultó a la categoría de director sobre el denominado “Areópago”. Esta decisión permitió a los iluminados reclutar numerosos masones e infiltrar logias enteras.
A todo esto, desde hacía 4 años -1776-, se había iniciado una crisis interna en la cúpula masónica alemana verificándose, según los estudiosos del tema, una ruptura de la estricta observancia templaria.
Y aquí ingresa un nuevo protagonista de esta historia invadida de secretismo: Karl Gotthelf von Hund und Altengrotkau, quien atrajo a su seno diferentes logias bajo su mandato, utilizando un rito apolítico-romántico, que aseguraba ser sucesor de la Orden Templaria, disuelta en 1312.
Como todo maestro de la charlatanería, Karl afirmaba mantenerse en contacto con Superiores Desconocidos, los que lo habían iniciado en la francmasonería. A su muerte, sus seguidores no lograron acceder a los Superiores e implosionó la confusión interna generalizada, motivo por el cual la duda derivó en la convención masónica de la Estricta Observancia que tuvo lugar en Wilhelmsbad entre el 16 de julio y el 1 de setiembre de 1782.
Knigge y su segundo en el mando, Franz Dietrich von Ditfurth –radical apasionado por la Ilustración-, tomaron las riendas del liderazgo para su orden, luego de lo cual abandonaron la orden templaria y la Orden de la Rosacruz quedó como fuerza minoritaria. El tercer paso fue el de unirse a Johann Christoph Bode que ejercía un papel principal de la Estricta Observancia.
La crisis
El número de seguidores se incrementó y en contrario de lo que ello implica-una gestión exitosa-, se inició un proceso de deterioro- Knigge, mediante una carta, amenazó con dar a conocer sus secretos a los jesuitas y a los Rosacruces, lo que preocupó considerablemente a Weishaupt, en razón que el rebelde había incorporado al príncipe Karl von Hessen Kassel y a Ferdinand von Braunschwig, así como al duque Ernst von Sachsen-Gotha junto a Carl August von Sachsen-Weimar, representantes del absolutismo.
August y su consejero privado, Goethe, se habían afiliado con un único objetivo: Infiltrarse en la Orden para investigarla.
En febrero de 1784, en Weimar, se convocó a un tribunal arbitral que se denominaba “congreso”, del que participaron, entre otros Goethe, Johann Gottfried Herder y Herzog Ernet von Sachsen-Gotha, oportunidad en la que se propuso la idea de construir un nuevo Areópago, lo que significó una derrota para Knigge, quien abandonó la Orden el 1 de julio de 1784 y Weishaupt, el mentor del la Orden entregó la dirección a Johann Martín. Conde de Stolberg-Robla.
Como en todos los casos en que se generan discusiones internas en grupos secretos, las autoridades bávaras iniciaron indagaciones ante sospechas de asesinatos relacionados con la alteración del orden y decidieron infiltrarse en las agrupaciones secretas. Así se llegó al 22 de junio de 1784 en que el príncipe Karl Theodor prohibió todas las “comunidades, sociedades y fraternidades”, fundadas sin su aprobación.
El 2 de marzo de 1785, bajo presión de Peter Frank, canciller barón de Kreittmayr, el barón rosacruciano de Törring y otros cortesanos, se dio a conocer un edicto adicional que prohibía el accionar de los Iluminados y los Francmasones, considerándolos traidores y enemigos de la religión.
A través de registros domiciliarios se confiscaron varios papeles de la Orden de los Iluminados que permitieron a las autoridades obtener indicios sobre la radicalización de los propósitos. Entre los papeles secuestrados se encontró un documento con la identidad de un difunto y, ese mismo año (1785), el papa Pío VI aclaró, en dos cartas dirigidas al obispo de Freising -18 de julio y 12 de noviembre-, que la adhesión a la Orden era incompatible con la fe católica.
Persecuciones
En el mes de marzo de 1785, bajo presión e Peter Franck se generalizaron persecuciones a los Illuminatis con allanamientos domiciliarios y hasta confiscaciones e incluso algunos miembros perdieron sus trabajos, mientras que otros sufrieron el destierro, aunque –vale apuntarlo-, nadie fue encarcelado. Weishaupt, en un acto de cobardía, al momento de tener que aceptar responsabilidades, huyó en primera instancia a la ciudad imperial libre de Ratisbona y en 1787 a Gotha, donde Herzog Ernst le dio un cargo de conserjería áulica sinecura.
Dos años antes –abril de 1785-, el conde Stolberg había declarado a la Orden oficialmente suspendida, luego de que se produjeran aboliciones temporales y Bode aprovechó la coyuntura para conservar la asociación con vida e, incluso, intentó resucitar la misma con la colaboración de la Iglesia Minerval de Weimar, así como con la Orden de los amigos Invisibles, debiendo abandonar el proyecto en 1790 al surgir un clima anti-iluminista.
Para colmo, el 16 de agosto de 1787 se promulgó una tercera y mayor estricta orden de prohibición, incluida la pena de muerte si se comprobaba el reclutamiento de miembros de iluminados y masones, aunque en círculos secretos, se hablaba, pese a todo de una supervivencia de los Iluminados.
Durante la Revolución Francesa se profundizó la persecución y el ministro del Estado Bávaro Maximilian von Montgelas-que había sido un Iluminado-, prohibió todas las organizaciones secretas al asumir el poder en 1799 y luego lo repitió en 1804.
Una meta: Perfeccionar el mundo
Sin duda, la meta de los Iluminados no era otra que mejorar y aún perfeccionar la libertad, la igualdad y la fraternidad, así como el perfeccionamiento de sus miembros, razón por la cual se autocalificaban de perfectibilistas.
Incluso el propio Wishaupt, en uno de sus discursos señaló: “La iluminación no consiste en el conocimiento de palabras, sino de cosas, no se trata de la comprensión de conocimientos abstractos, especulativos, teóricos, que inflan el espíritu, pero no mejoran el corazón”.
Según el propio Weishaupt el medio para alcanzar la libertad era la educación, “pero no solo la aportación externa de conocimientos, sino en primera línea la formación del corazón, la moralidad, que debería capacitar a los individuos para autodominarse y, por lo tanto, serían superfluas otras formas de dominio como el despotismo de los príncipes absolutistas, pero también el despotismo espiritual ejercido por la iglesia católica. Los modales de las viejas costumbres serían también condición y camino para una sociedad libre e igualitaria sin príncipes ni iglesias”.
Weishaupt para expresar su posición recurrió a pensadores como Joachim von Fiore, para explicar su filosofía a la que relacionaba con la “infancia de la humanidad”, esto es cuando no había dominio, ni propiedad, ni ansias de poder.
El generador de la Orden se apoyaba en su nostalgia del paraíso perdido aunque escribió: “el despotismo mismo debería ser el medio para facilitar el camino a la libertad”. Impartía el criterio que sustentaba que el género humano superará el despotismo sin violencia a través de la provocación de la nostalgia, de la libertad, mediante la Ilustración y e autodominio” para devolver a los hombres la tierra prometida.
No son pocos los investigadores de sectas secretas que piensan que los Illuminati utilizaron una mezcla de milenarismo medieval y utopías, así como profecías premodernas en el marco de un mundo redimido y pronósticos incumplibles, a lo que se sumó el quietismo, que exoneraba a sus miembros de cualquier responsabilidad de progreso histórico, a la vez que exigía activismo para socavar el sistema gubernamental. Con el tiempo finalizaría el despotismo absolutista que debía abolirse por medio de recursos personales en el campo político.
La clave estaba en conseguir posiciones claves en el Estado para conducirlos a su propia violencia. Pero sobre la profundización de cómo conseguir el objetivo Weishapt no dio precisiones.
[1] Weishaupt mencionó sus razones para la fundación de la sociedad en su carta Pythagoras oder Betrachtungen über die geheime Welt- und Regierungskunst:1