Acuerdo UE-Mercosur: Habrá vía libre para la exportación de transgénicos y se avalará el uso del glifosato

Organismos oficiales y expertos del sector privado aseguran que no habrá modificaciones en pautas de producción. Europa pondrá el foco en la trazabilidad.

Era uno de los mayores temores vinculados al pacto comercial entre la Unión Europea y el Mercosur: que el poderoso lobby agricultor europeo, unido al no menos fuerte movimiento ambientalista, lograran la inclusión de normas paraarancelarias que pudieran limitar las exportaciones agrícolas argentinas con los argumentos de que no cumplen normas de seguridad fitosanitaria.

Sin embargo, después de leer el texto del acuerdo, en el sector agroindustrial hoy predomina el optimismo.

En concreto, lo consensuado no establece modificaciones para el cóctel de plaguicidas que hoy se aplican para la producción sobre todo de soja y maíz, con el herbicida glifosato a la cabeza. En paralelo, tampoco pone en discusión la exportación de granos generados por cultivos transgénicos.

La primera confirmación al respecto llegó desde el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), desde donde se indicó a iProfesional que lo acordado avala la continuidad del actual modelo de labor en el campo. Es más: las fuentes consultadas incluso expusieron que tampoco se aplicarían cambios en caso de abrirse nuevos intercambios con Francia, el país que más critica el uso de químicos en la Argentina.

«Desde la Dirección de Protección Vegetal se comunica que no hay nada nuevo respecto de los aspectos fitosanitarios si se llegaran a concretar negocios con Francia a partir del acuerdo con la Unión Europea. Sigue todo igual», expresaron los voceros consultados.

Juan Carlos Batista, ex director del organismo y uno de los especialistas que trabajó en el desarrollo del apartado agrícola del acuerdo, se pronunció a tono con el SENASA y si bien reconoció la preocupación de Francia, Dinamarca, Holanda y Alemania en lo que hace a los cócteles de agroquímicos que se aplican en el agro local, expuso que «a Europa le interesa seguir facturando por la venta de moléculas nuevas».

«Un aspecto que le resulta clave a la Unión Europea tiene que ver con la propiedad intelectual. Y la realidad es que las principales compañías en producción de fitosanitarios son europeas. Se viene pidiendo un menor uso de principios activos, pero los europeos ponen el foco en los productos que ya no están regulados por patentes. A esos los quieren fuera del mercado. Piden que se usen determinadas moléculas, justo las que todavía están protegidas por patentes. Es un tema económico», dijo a iProfesional.

El glifosato, herbicida creado por Monsanto en la década del 70 y con patente liberada desde el año 2000, es el único que escapa a esa lógica por tratarse del plaguicida más utilizado por el agronegocio tanto en la Argentina como a nivel mundial.

Imponerle una restricción al químico que la Organización Mundial de la Salud (OMS) vincula con la proliferación del cáncer desde hace casi cinco años, reconocen entre los exportadores, implicaría reformular todas las políticas de importación de granos vigentes en el Viejo Continente desde hace décadas

En diálogo con iProfesional, Marcelo Elizondo, ex director ejecutivo de la Fundación ExportAr y director de la consultora DNI, sostuvo que la diplomacia de países como Francia hasta ahora no expresó grandes cuestionamientos al modelo de producción de Argentina y el Mercosur. En general, aseguró, las críticas proceden de actores privados y determinadas organizaciones ecologistas.

«En Francia toda la cuestión ‘verde’ tiene presencia, es un sector que se moviliza y el país está en un momento social muy especial. Pero la realidad es que la posición del gobierno de Macron fue aprobar el acuerdo, o sea que en lo concreto la decisión oficial es avalar lo que propone el Mercosur», aseveró.

Si bien Elizondo da por sentado que, tras el aval al pacto que irá dando cada parlamento en Europa, surgirán ciertos aspectos a negociar entre los bloques, el experto señaló que la batalla a futuro girará en torno a la competencia entre los productores europeos y sudamericanos antes que en la forma en que se produce alimentos o forrajes en sí misma.

«Lo más relevante es lo acordado ahora. Hacia adelante no habrá grandes cambios. Francia, Polonia, Irlanda, han sido los países que se mostraron más duros pero desde la perspectiva de cuidar a sus respectivos productores», dijo.

Desde su punto de vista, no será el tema fitosanitario lo que ponga en riesgo el proceso de integración comercial: «Hay que entender que Europa defiende a su agro no sólo como bloque productivo sino porque procura mantener pobladas a las zonas rurales. Incluso subsidia bajo esa idea de política demográfica y social. Entonces, puede que en ciertas cuestiones sean menos flexibles. En tanto el Mercosur es más competitivo en determinadas producciones, la reacción crítica también tiene sentido porque perdería justificación esto de mantener como sea a la gente en el campo».

Preocupación europea
«Los problemas fitosanitarios que le preocupan a la Unión Europea tienen que ver más con enfermedades y plagas por ejemplo relacionadas al ganado. No sólo por la presión de los consumidores sino, también, como una herramienta para blindar a parte de su producción local. Europa permite el ingreso de determinadas mercaderías o productos siempre y cuando éstos no destruyan la producción local. Son restrictivos porque tienen posiciones proteccionistas con Francia a la cabeza», comentó Batista.


Por su parte, Raúl Ochoa, ex subsecretario de Comercio Internacional, sostuvo que la decisión de Jair Bolsonaro de mantener a Brasil dentro del Acuerdo de París con lo que esto implica en términos de menguar el cambio climático, relajó la posición europea en buena parte de sus conocidas preocupaciones ambientales.

«El acuerdo estuvo a punto de no firmarse por los amagues de Bolsonaro de abandonar el Acuerdo de París. En eso (Emmanuel) Macron, el gobierno francés en general, era inflexible. Sí se mantienen firmes con cuestiones como la trazabilidad en el ganado, por ejemplo. Para Europa es importante conocer el recorrido de la carne desde el ternero al corte, que se respeten los criterios que ellos sostienen para sus productores. Que no fallen los controles de sanidad, que los frigoríficos no se salteen pasos. Esas normas son clave para el bloque», explicó a iProfesional.

Ochoa sostuvo que Europa repara más en la capacidad agrícola de Brasil antes que en aspectos de la Argentina, y de ahí la relación por momentos tensa con Bolsonaro. En opinión del especialista, el aparato del país vecino representa una enorme complicación para el sector agrícola del Viejo Continente dado su «tamaño relativo».

«Brasil es un monstruo de la producción de etanol y azúcar, ya le compite el primer puesto a Estados Unidos en soja y es el mayor exportador de carne vacuna del planeta. Además, es el tercer mayor exportador mundial de carne de cerdo y el primero en pollos. Ese volumen obliga a Europa a mantenerse duro con las exigencias, fijar políticas o acuerdos que le garanticen cierta protección a su producción local. Si bien allá son exigentes también con sus productores, lo cierto es que pueden recurrir a chicanas por ese lado para mantener salvaguardados a sus agricultores», aseguró.

Transgénicos no se discuten
La manipulación genética en cultivos es otro de los aspectos que preocupan en distintos sectores de la sociedad europea. En la actualidad, Brasil suma más de 50 millones de hectáreas productivas cubiertas con transgénicos –u OGMs–, mientras que la Argentina se acerca a los 24 millones. En ambos casos, predominan los cultivos de soja, maíz y algodón.

Ante la resistencia al consumo de alimentos a base de OGMs que evidencian amplios segmentos por ejemplo en Francia, la duda lógica refiere a cómo podrían verse afectadas las exportaciones locales a partir del nuevo y flamante acuerdo.

Respecto de esto, Ochoa fue contundente: «La discusión en lo que hace los transgénicos y la seguridad de su consumo está superada hace rato para los organismos de la mayoría de los gobiernos europeos. Están alineados con lo que dice la Organización Mundial del Comercio (OMC) respecto de esos productos. De ahí que no habrá ningún cuestionamiento al respecto».


Crítica mediática
Al margen de la postura calma que muestran la mayoría de los actores locales consultados, un repaso a los medios franceses permite ver el grado de angustia con el que se está viviendo la noticia del acuerdo comercial en esa zona de Europa. En particular, para el hipersensible sector agrícola francés, tradicional receptor de subsidios estatales.

En días recientes, el canal de noticias ininterrumpidas CNews –que lidera los índices de audiencia a nivel nacional- se refería a esta cuestión con la frase «El acuerdo con el Mercosur es malo para nuestra agricultura».

En simultáneo, Le Figaro alertaba a la población que «los agricultores y ganaderos europeos podrían ser los grandes perdedores con la apertura del mercado europeo a la carne vacuna, de ave y el azúcar sudamericano».

También el parisino L’Humanité hizo mención del tema como una «conquista para Buenos Aires», agregando como dato que «el 74 por ciento de los productos fitosanitarios utilizados en Brasil están prohibidos en Europa».

Hace una semana, protestas en tierra francesa tuvieron como protagonistas especialmente a los Jóvenes Agricultores y al principal gremio agropecuario. A su vez, la Federación Nacional Bovina (FNB) aseguró que la firma del acuerdo acabaría con más de 50.000 puestos de trabajo en ese país.

Pero no solo el lobby ganadero se queja. En las charlas de café parisinas, el flamante acuerdo con el organismo sudamericano es un tema que tampoco pasa desapercibido, en un contexto en el que el auge ecologista genera cada vez más adeptos –cabe recordar que, en las últimas elecciones parlamentarias de la Unión Europea, el partido ecologista resultó la tercera fuerza más votada, detrás del oficialismo macronista y la referente de ultraderecha, Marine Le Pen-.

Respecto del acuerdo, se escucha decir no sólo que perjudicará al sector agropecuario local, sino que también pondrá en riesgo a los ciudadanos franceses debido a la calidad de los productos que ingresarán a Europa a partir del pacto logrado. (IProfesional)