Decepción y despedida: La Selección quedó eliminada de la Copa América
El seleccionado argentino de fútbol no pudo con su par brasileño, que fue más efectivo y lo venció por 2-0 en una de las semifinales, jugada en el estadio Mineirao de Belo Horizonte. El equipo local, dirigido por Tite, marcó sus goles por intermedio de Gabriel Jesús y Roberto Firmino. Con este resultado, el conjunto de Lionel Scaloni jugará el sábado por el tercer puesto frente al perdedor del otro duelo semifinal que este miércoles sostendrán Chile y Perú, en Porto Alegre.
El seleccionado argentino de fútbol perdió ante su par de Brasil por 2 a 0 en la semifinal de la Copa América que se disputó la noche del martes en el estadio Mineirao, de Belo Horizonte, pese a redondear una aceptable actuación que lo pudo acercar al empate, y deberá jugar el sábado por el tercer puesto en San Pablo.
El eclipse total de sol que este martes recorrió varios puntos de Sudamérica no pudo repetirlo en el plano futbolístico el equipo argentino en Brasil, aunque estuvo cerca de hacerlo, pero al final los brasileños pudieron brillar esporádicamente para sumir a los capitaneados por Lionel Messi en la oscuridad de una derrota muy sentida.
La supremacía brasileña, leve por cierto, duró 20 minutos, los primeros del partido, hasta cuando se pusieron en ventaja con una jugada plagada del virtuosismo de Dani Alves que concretó Gabriel Jesús, sin marca, pisando el área chica argentina.
A partir de allí aparecieron las virtudes que Argentina tenía escondidas en esta Copa América y que no había mostrado ni siquiera en los dos partidos ganados ante Qatar y Venezuela.
La primera de ella, vale decirlo, fue la «aparición» en escena en este certamen de Lionel Messi, cuando más lo estaba necesitando el equipo argentino, desequilibrando en el mano a mano en espacios reducidísimos como solamente él es capaz de hacerlo, pero también haciendo gala de su pegada excelsa.
Y producto de ese guante que tiene en el pie zurdo fue que Argentina tuvo la chance más clara del primer tiempo para igualar, ya que un centro suyo fue capitalizado de cabeza por Sergio Agüero y el balón que superó la estirada de Alisson terminó rebotando en el travesaño.
Pero cuando eso ocurrió ya los dirigidos por Lionel Scaloni estaban empezando a demostrar una actitud para presionar arriba que no habían exhibido con tanto fervor en los cuatro partidos anteriores, pero además una intención para jugar triangulando por la zona flaca del medio brasileño, que le permitía llegar con chances hasta la puerta del área rival.
Con esa tesitura terminó jugando el equipo argentino el primer período y salió a disputar la etapa final, «olfateando» que la igualdad no era una quimera y la chance de lograrla estaba al alcance de la mano, o mejor dicho de los pies de Messi, bien secundado por Lautaro Martínez, Marcos Acuña (ambos llegaron a la segunda tarjeta amarilla y no podrán estar en el partido por el tercer puesto en San Pablo) y Rodrigo De Paul, más las asociaciones que siempre proponía Sergio Agüero.
Parecía que se le podía dar a Argentina cuando producto de otra buena acción colectiva el propio Messi «reventó» el palo derecho del arco de Alisson, generando una nueva chance clara que ya le permitió, en el rubro merecimientos, por lo menos no estar en desventaja.
Pero de tanto ir lo sorprendieron en una contra al equipo argentino cuando Gabriel Jesús se escapó por izquierda, Nicolás Otamendi no se animó a derribarlo y el compañero de Agüero en el Manchester City tocó al medio para que casi desde la misma posición que en su gol del primer tiempo, Roberto Firmino señalara la segunda y definitiva conquista que sentenció la historia.
No se entregó el conjunto albiceleste durante los 20 minutos que quedaban de partido y siguió yendo con orgullo, ante un equipo brasileño que se llevaba todo sin hacer mucho, más bien demasiado poco, apenas unos relumbrones con los que llegó a la conversión de sendos tantos.
Argentina llegó a Brasil sin demasiadas expectativas reales, con un cuerpo técnico en su totalidad sin antecedentes y varios jugadores ingresando en un tiempo de recambio, mientras que la «guardia vieja» encabezada por Messi, Agüero, Otamendi y Ángel Di María sobrevivió, con aportes recortados, en los tramos finales de sus caminos vestidos de celeste y blanco.