Arranca muestra retrospectiva sobre la obra de Spilimbergo
Este martes se inaugura una muestra del consagrado pintor que incluye fotos, documentos y decenas de obras. Su nieto, Leonardo, es el curador.
Fotos, libretas con notas, apuntes, bocetos junto a 50 obras integran Spilimbergo, dos miradas, una muestra que inaugura el martes en el Espacio de Arte de la Fundación Osde (ver aparte). Así, Lino Enea Spilimbergo vuelve a Rosario, una ciudad que lo premió, que albergó un negocio familiar y que seguramente estuvo presente en las charlas con su amigo Antonio Berni. El pintor que batalló contra el academicismo para que el modernismo sea reconocido como lenguaje vuelve a sorprender con sus dibujos, grabados y pinturas.
La exposición busca redescubrir un Spilimbergo desde lo biográfico y visual. La muestra tomará dos pisos del espacio ubicado en Oroño 973, el quinto y sexto. El relato biográfico destaca al hombre que creó el Sindicato de Artistas Plásticos para ayudar a sus colegas, al artista que obtuvo premios en los salones nacionales y provinciales y al docente que dedicó gran parte de su vida a enseñar y que formó, entre otros, a Carlos Alonso.
Rosario recibirá a partir del martes esta muestra de un artista consagrado, un nombre clave en la historia del arte argentino, pero su relación con la ciudad se remonta, al menos, a casi 90 años. Spilimbergo ganó en 1929 el Salón de Rosario con su óleo Paisaje (de San Juan), del por entonces Museo Municipal de Bellas Artes. La obra integra actualmente la colección del Museo Castagnino y por estos días está expuesta en la muestra 100 años de arte argentino.
Pero además en las primeras décadas del siglo XX dos hermanos del artista, ambos boticarios, tenían una farmacia ubicada en cercanías a Corrientes y Rioja. Hermanos, bastante mayores a Spilimbergo, que muchas veces se encargaron de llevar y traer obra, en particular cuando el artista estaba en Europa en su viaje de formación.
Fue justamente en ese viaje, cuando integró el Grupo de París, donde conoció a Antonio Berni, con quien mantuvo una relación de amistad a través de los años. De hecho, integraron el equipo que realizó el mural planteado por David Alfaro Siqueiros en la quinta de Natalio Botana y luego participaron en la realización de los murales de las Galerías Pacífico.
El curador de la muestra es Leonardo Spilimbergo, nieto del artista. Cuando escucha la pregunta sobre la presencia de Spilimbergo en Rosario sonríe y cuenta anécdotas donde aparece Berni. «Para mí es Antonio. Tuve, creo, más contacto con él que con mi abuelo», dice.
Es que cuando Leonardo nació su abuelo vivía en París y al poco tiempo falleció. Pero recuerda perfectamente sus travesías por Buenos Aires llevando y trayendo materiales entre Berni y su padre cuando se restauraron los murales de Galerías Pacífico.
Leonardo habla tranquilo, pero no cesa. Cuando dialoga con La Capital responde en detalle cada pregunta y avanza más, siempre hay algo más por decir, por contar. Sin prisa pero sin pausa. Quizá en eso se parezca a su abuelo. Incansable, constante. Lino hizo dibujo, pintura, grabado. Mientras estudiaba en la academia trabajaba en el Correo y a la vez tomaba clases extracurriculares. Y escribía, todo lo escribía. «Guardo todo por si alguien algún día siente curiosidad por saber cómo ha sido mi vida», dijo alguna vez el pintor. Algunas de esas libretas donde anotaba su plan para cada día, más recortes periodísticos sobre su obra y documentos varios, se exponen ahora en la muestra que cura su nieto.
«Se exhiben 50 obras, fotos de su vida, con contemporáneos, con alumnos, con profesores que trabajaban con él. También se expondrán algunas reproducciones de obras que están en museos y otras de pequeño formato. La parte biográfica de la muestra es más intimista. En la otra sala, unas 45 obras van a dar cuenta de distintas etapas de Spilimbergo como artista, en la académica, luego cuando se acerca al modernismo durante su viaje a Europa y después la búsqueda de su propio lenguaje y su lucha al respecto», explica Leonardo.
Es que Spilimbergo era, según la visión de su nieto, una suerte de elegido por distintos artistas ligados a la academia. De hecho, obtiene el Primer Premio al Grabado del Salón Nacional en 1922, el Tercer Premio Nacional de Pintura del Salón Nacional en 1923 y el Premio Único al Mejor Conjunto del Salón Nacional en 1925. Con estos resonantes triunfos, adquiere un gran prestigio en el medio artístico de Buenos Aires. Sin embargo, pese a que esos logros indicaban un camino asegurado y promisorio, decide dejar todo y viajar a Europa para continuar con su formación.
«Muchos veían en él una suerte de prototipo del artista del futuro en Argentina, era el que más destacaba, pero sin embargo renunció a todo y dijo «quiero ver qué es lo que se está haciendo, cuál es el otro lenguaje» y ahí decide ir a Europa».
Entre Buenos Aires y París
Lino Enea Spilimbergo nace en Buenos Aires, en 1896. Ingresa en la Academia Nacional de Bellas Artes en 1915 y la finaliza en 1917, con el título de profesor nacional de dibujo. Los seis años de duración de la academia los formaliza en sólo tres. Después de sus clases, con varios compañeros concurren a un galpón que alquilan para trabajar y perfeccionar el dibujo de la figura humana. Spilimbergo además trabajaba en el Correo.
En 1922 obtiene el Primer Premio al Grabado del Salón Nacional, el Tercer Premio Nacional de Pintura del Salón Nacional en 1923 y el Premio Único al Mejor Conjunto del Salón Nacional en 1925. Estas distinciones le otorgan gran prestigio en el medio artístico de Buenos Aires. Todo indicaba que tendría un camino asegurado y promisorio, pero decide dejar todo y viajar a Europa para continuar con su formación.
Llega a Italia como un artista académico. Consagra su tiempo a estudiar a los artista italianos de los siglos XIV y XV. Luego se instala en París. Asiste a la Academia de la Grande Chaumière y al Atelier de André Lhote. Participa del denominado Grupo de París junto a Aquiles Badi Horacio Butler, Héctor Basaldúa y Antonio Berni. Obtiene el Primer Premio Adquisición de Pintura del IV Salón Anual de Santa Fe, en 1927.
Regresa a Buenos Aires en 1928 y pasa de ser un artista académico reconocido a ser un artista moderno resistido. Poco a poco introduce su nuevo lenguaje. Obtiene el Primer Premio de Pintura en el Salón de Rosario en 1929 y el Primer Premio Nacional de Pintura del Salón Nacional en 1933. Llega su consagración a los 37 años y con ella la fortuna de poder vivir definitivamente de su arte. Obtiene el Primer Premio al Conjunto en el XX Salón de Acuarelistas, Pastelistas y Grabadores en 1934, el Premio Adquisición de Pintura de la Comisión Nacional de Cultura, y el Premio del Salón de Acuarelistas en 1936, el Gran Premio de Pintura y la Medalla de Oro al Grabado en la Exposición Internacional de París, y el Gran Premio Nacional de Pintura del Salón Nacional en 1937, el Primer Premio Municipal del Salón Municipal de Buenos Aires en 1939, el Primer Premio Municipal del Salón Municipal de Buenos Aires en 1943 y el Primer Premio Adquisición en 1944. Es nombrado Académico de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes en 1956, se instala en París en 1960. Fallece en Unquillo, Córdoba, en 1964.
«Con esa fuerza que tenía consiguió casi todos los premios. Era tal la fuerza de su pintura que se hablaba de salones spilimbreanos, todos lo seguían. Creo que eso lo transmitió en sus logros», destaca su nieto y curador de la muestra, Leonardo Spilimbergo, a cargo de la investigación y del montaje de esta exposición y de otras que fueron presentadas en Nueva York, Washington, Buenos Aires y Tucumán, entre otros sitios. (La Capital)