Lifschitz dijo que crear un frente anti-Cambiemos «no sirve»
Por Marcos De Carlo/El Ciudadano
Lifschitz apunta a “ampliar la base de sustentación” del Frente Progresista antes que “una alianza de partidos” con el peronismo. El gobernador aspira a impulsar reformas de las estructuras del Estado para que sean más eficientes y transparentes.
“No sirve hoy construir un frente anti-Cambiemos como no servía antes construir un frente antiperonista”, lanzó el gobernador Miguel Lifschitz para sentar posición en la “novela del verano”: la posible incorporación o no del justicialismo al Frente Progresista. El referente socialista no descarta que eventualmente se sumen algunos dirigentes pero le cerró la puerta a un acuerdo de partidos.
“Nunca nos hemos subido a cualquier colectivo para tratar de llegar más rápido”, expresó a El Ciudadano el gobernador para graficar que en el camino a 2019 el Frente Progresista buscará ampliar su “base de sustentación” pero sin recurrir a estrategias que sacrifiquen su coherencia para seguir en el poder.
—¿Ampliar el Frente Progresista pasa por sumar al peronismo?
—No, claramente el Frente Progresista ha sido históricamente una opción en Santa Fe frente al peronismo, que gobernó la provincia durante 24 años. Hemos sido oposición también al gobierno nacional del kirchnerismo. Por lo cual nosotros miramos el futuro por el parabrisas y no por el espejo retrovisor. Creo que toda idea de ampliar las bases del Frente Progresista, que comparto, pasan por un proceso de síntesis que nos permita salir de esa grieta entre Cambiemos y peronismo en sus distintas versiones. Esto no quiere decir que no tengamos diálogo con todos los sectores políticos y que en el futuro tal vez algunos dirigentes, un sector que ha trabajado en el peronismo puedan sumarse al Frente. Las puertas están abiertas pero de ninguna manera pensar en alianzas de partidos. Esa es mi mirada, obviamente que en el Frente puede haber distintas apreciaciones.
—Luis Contigiani habló de polarizar con el gobierno, ¿eso no suena justamente a la grieta?
—A veces hay matices en las palabras que por ahí uno puede hacer una interpretación u otra. Creo que hay que ser firmes en las diferencias que uno pueda tener frente a las políticas nacionales y nosotros lo hemos planteado con claridad. Ahora, mi visión es que no sirve hoy construir un frente anti-Cambiemos como no servía antes construir un frente antiperonista. Nosotros nunca nos hemos definido como antis, sino como un frente programático, progresista, con posiciones claras frente a los grandes temas del país y a partir de ahí construir. Nunca nos hemos subido a cualquier colectivo para tratar de llegar más rápido, siempre hemos sido coherentes. Por eso digo que nosotros en primer lugar debemos consolidar nuestra base actual de sustentación, que no es poca.
—El panorama de 2019 va a cambiar si se da una reforma constitucional, ¿de qué depende para que se pueda lograr?
—Creo que hay mucha especulación. El año pasado nos decían que era un año electoral y que no era conveniente, que el año propicio era 2018. Ahora parece que en 2018 tampoco. Todos lo miran a la luz del corto plazo, de la conveniencia personal o partidaria en función del proceso electoral de 2019. Pero voy a seguir insistiendo con la reforma porque sería una plataforma de garantía de derechos, de reconocimiento de la participación de la sociedad civil, además de otras cuestiones que tienen que ver con la independencia del Poder Judicial y el equilibrio de los poderes.
—Pero todo eso queda detrás de la discusión mediática sobre la reelección del gobernador.
—Si ese fuera el problema, porque nadie lo dice claramente, yo no voy de ninguna manera a condicionar un proyecto de reforma a una expectativa personal. Si esa fuera la objeción, se puede subsanar.
—¿Cuáles son los temas de gobierno para estos dos años?
—Por un lado darle continuidad a la gestión que hemos puesto en marcha, con una fuerte impronta de obra pública, con una presencia muy importante en el desarrollo productivo fundamentalmente de las pymes, con una fuerte apuesta en salud y educación. Pero si tuviera que decir qué cosas nuevas vamos a incorporar, aspiro a avanzar en una reforma política, en estrategias de reformas del Estado. Introducir cambios estructurales que tengan que ver con el mediano y largo plazo.
—Es difícil instalar la idea de optimizar el Estado sin que se piense en recortes y despidos.
—Claro. Hay una idea de que cuando se habla de reforma del Estado, eso implica reducir el gasto público y echar gente a la calle. De hecho el gobierno nacional tiene un discurso reformista del Estado pero que por ahora se ha limitado a echar gente y reducir estructuras. No es nuestra mirada. Por eso nos interesa trabajar en conjunto con los gremios en una idea de lograr mejores niveles de formación, de capacitación de los trabajadores, con mecanismos de ingreso y de ascenso más transparentes, promover una reorganización de los procedimientos. Es decir, trabajar sobre el interior de la estructura estatal en la búsqueda de más eficacia y más transparencia porque a veces la falta de transparencia del Estado no tiene que ver con que haya corrupción sino con que los mecanismos son tan burocráticos y complejos que la gente no logra visualizarlos y entenderlos.
“Siento que no puedo perder ni un día”
La función pública es absorbente y más en sitios de tanta responsabilidad como la gobernación de una de las provincias más importantes del país. De Miguel Lifschitz se dice que es un incansable trabajador, de los que llegan primero y se van últimos.
Siente que estos cuatro años para los que fue electo como conductor de los destinos de la provincia son únicos, que tal vez no se repitan. Por eso la sensación que transmite es que “no hay tiempo que perder”.
¿Cómo es un día del gobernador de la provincia? Se levanta muy temprano, y aquel ritual de leer los diarios en formato papel mutó a la comodidad de chequear los portales desde la propia cama. “Me agarra la mañana en cualquier lugar, a veces en Rosario, a veces en Santa Fe. Me informo a través del celular, en la cama ya repaso los títulos y los artículos más importantes”, describió.
“Prácticamente no desayuno, generalmente un café, unos mates y arranco según la agenda. A veces reuniones, a veces recorridas, yo camino mucho la provincia. Dos o tres veces por semana tengo visitas a pueblos y ciudades”, expresó.
Con tanto trajín cuesta respetar los horarios de las comidas, bromea que “el sistema de las cuatro comidas diarias no funcionan. Si estoy en la oficina improvisamos alguna tarta o ensalada y si no como donde me agarre, según las circunstancias”.
El poco tiempo libre Lifschitz lo aprovecha para reunirse con amigos o para disfrutar en familia, el tiempo ya lo hizo abuelo. Le gustan los asados, pero el lugar en la parrilla ya lo delegó en su hijo.
El furor de las series no logró sumarlo como adepto (“no me he enganchado”, admite); prefiere “leer para salir de la información cotidiana”, aunque acá también le cuesta alejarse de su rol y si no es por alguna que otra novela, se inclina por libros de política, economía o sociología.
Recién a fines del año pasado, y luego de dos años como gobernador, se tomó una semana de vacaciones en La Cumbre. En ese punto, se diferencia de Mauricio Macri, que no resigna ni un solo día de descanso.
“Uno tiene cuatro años, no los voy a volver a tener, son únicos en mi vida. Tengo la sensación de que no se puede perder ningún día, ya después tendré tiempo de tomarme vacaciones en todo caso. Además disfruto lo que hago, este sábado y domingo voy a estar en Romang y Avellaneda”, anticipó para volver a meterse en el ruedo de la gestión. (Marcos De Carlo/El Ciudadano)