Un plenario a sangre y fuego: El episodio del Salón de Cerveceros de Rosario

Santa Fe era, en días aciagos –como le gustaba decir en sus discursos a Isabel Martínez Cartas de Perón-, gobernada por Aldo Tesio, de la Unión Cívica Radical del Pueblo, cuando un plenario cervecero había sido citado en el Sindicato Cervecero de Rosario, de Alberdi 369, en pleno barrio Arroyito, a las 19.

Tras extensos cabildeos, recién empezó a las 22 cuando había, al menos, 300 asistentes dispuestos a escuchar al primero de los dirigentes que, desde el escenario, debían hacer uso de la palabra. Santiago Quagliaro, por ese entonces secretario general de la CGT y dirigente del gremio de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) presidía el encuentro fue el primero en expresarse.

En segundo término habló el tesorero de la C.G.T. Regional Rosario, Juan Nicolás Raschini, quien tenía como objetivo sintetizar los actos preparatorios del plan de lucha, mientras que en tercero y cuarto lugar hablaron los dos representantes de Luz y Fuerza y del Partido Trotzkista, seguidos por Oscar González, en representación del Sindicato de la Carne, el que tenía que referirse, de manera crítica a la carestía de la vida, para concluir con el ejemplo cubano.

A González, respecto del último tema abordado le respondió el peronista Antonio Giardina y sus conceptos generaron un debate prolongado. Debido a esta situación se veía con claridad la identificación ideológica de los dos bandos en que se había dividido el plenario sindical.

Giardina era secretario de Finanzas de la Juventud Peronista de Rosario, tenía 27 años y militaba en el gremio de la construcción.

Eran las 0.30 cuando, silenciosamente, para pasar desapercibidos por los asistentes a la reunión, un grupo de individuos se desplegó estratégicamente en el lugar y comenzó a provocar al grupo de la Juventud Peronista.

Mientras sucedía esto José Güerino Maltomini intentó agredir físicamente a Francisco Taiana, que se hallaba repartiendo volantes del MNT, no prosperando la agresión debido a que se interpuso otro integrante tacuarista.

A todo esto ya había comenzado a hacer uso de la palabra la doctora Zulema Serrano de Borzone, en representación de la Unión de Mujeres Argentinas, dependiente del Partido Comunista, mientras miembros de la Agrupación Tacuara y algunos componentes del Partido Comunista, ubicados en la parte delantera del salón arrojaron volantes, identificados con la Cruz de Malta, en los que se apoyaba la revolución nacional sindicalista, que llevaba la firma del Movimiento Nacional Tacuara.

Víctor Oscar Militello, del Movimiento de la Juventud Peronista – Movimiento Nacional de los Trabajadores MJP-, tesorero de los madereros, de sólo 26 años, tuvo a su cargo la prosecución del acto y atacó el discurso del MUCS, al que acusó de “colaboracionista del gobierno reaccionario” y de “sabotear el plan de lucha, para obtener a cambio concesiones sindicales”.

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Ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, un grupúsculo de asistentes intentó retirarse del plenario en el preciso instante en que se anunciaba la palabra del representante de la Juventud Nacionalista Universitaria, identificado con el movimiento Tacuara.

Y en esos instantes fue que se desencadenó, entre gritos y golpes de puño, una descarga de armas de fuego, generada por un grupo de individuos, mientras otro, ubicado en la parte posterior y a la derecha del salón, comenzó a disparar contra la concurrencia, fundamentalmente sobre la agrupación que representaba a los militantes del Partido Comunista.

En momentos en que hacía uso de la palabra Rubén Dunda, los atacantes ingresaron por la Avenida Alberdi, tirando con una ametralladora y Quagliaro se arrojó a un costado del escenario mientras un compañero sindicalista, de apellido Ramini le gritaba: “Tírate colorado, que son balas”. [1]

Al cesar los disparos, la gente empezó a escapar desesperada por detrás del escenario, donde había una puerta que daba a una diagonal. En su huida del lugar Quagliaro se cruzó en el camino con un Militello ensangrentado, instantes antes de que muriera baleado.

Horas más tarde, el jefe de Coordinación Policial, comisario Victoriano Casas, dio a conocer un comunicado en el que señalaba que tras conocerse gritos que decían “ni yanquis, ni rojos, argentinos”, los presentes se dividieron en dos grupos antagónicos.

Casas apuntó en su versión que “ esta situación se agravó al dispersarse un grupo de ellos –los referidos antagónicos- hacia la salida del local, escuchándose seguidamente disparos de armas de fuego, a la vez que se esparcían por el local volante con la leyenda Tacuara”.

Más de cien disparos fueron la resultante del tiroteo y fue por ello que Militello optó por esconderse detrás de una mesa, mientras José Güerino Maltomini –domiciliado en Capitán Bermúdez y militante del sindicato de la Industria papelera- le habría efectuado un balazo entre ceja y ceja y otro en el pecho, cayendo exánime a pocos pasos de donde había hecho uso de la palabra como último orador.

Momentos previos a los primeros disparos, teniendo en cuenta la presencia mayoritaria en el plenario de los militantes de izquierda, los miembros del MNT y la JP habían acordado que se pondrían de pie para cantar las estrofas de la Marcha Peronista, tras lo cual se retirarían del lugar. El primer intento falló por falta de coordinación y la gente de Tacuara volvió a intentarlo, generalizándose el tiroteo.

Maltomini, desconocido para los peronistas rosarinos, fue quien también ejecutó a Eduardo Ángel Bernardino Bertoglio, quien desesperado, tras agotar las municiones de su arma, no pudo evitar que lo sujetara el hijo de Carlos César Granollers. Bertoglio cayó abatido a pocos metros de la entrada del salón con cuatro balazos en el pecho.

Los dos cuerpos, cubiertos de sangre, tirados en el piso del salón, recibieron impactos con un tablón y los puntapiés que les daban militantes del Partido Comunista.

Antonio Giardina, en medio de un desorden total y de los disparos, logró esquivar el tumulto para refugiarse en el sanitario lindante al salón y allí arrojó su arma con la carga completa. Cerca del baño fue ejecutado por militantes del PC, quienes fueron los encargados del transporte del armamento al lugar, donde las distribuyeron.

La “Lucana”, como llamaba los mafiosos a la policía, logró detener por sospechar su participación en los homicidios, a Myriam Norma Paino y Ana María Ingalinella.

En el lugar del tiroteo, habían sido enviados para hacer inteligencia el cabo 1º Rafael Auditis Stamatti y Raúl Haroldo Guzmán Alfaro, así como el ofical José Monsalvo, resultando heridos los dos primeros en las piernas, quedando inmovilizados.

Debido a esto, luego la policía se vio forzada a explicar la presencia de los efectivos vestidos de civil y como ocurre casi siempre, lo hicieron con discordancias, ya que el Ministerio del Interior desmintió a las autoridades policiales locales que pretendieron hacer pasar a los policías heridos como que estaban en un servicio de vigilancia para prevenir alteraciones del orden.

El encuentro previo

En San Lorenzo 1242 de Rosario, se había realizado horas antes de la reunión un encuentro de militantes –Bertoglio, Forte y Rosales- en el que se distribuyeron portafolios con volantes de Tacuara y de la CGT, a lo que se habían agregado armas –13- de diversos calibres, provistas por el secretario adjunto del Sindicato de la Sanidad, las que luego de utilizarse, debían ser reintegradas a un individuo que las esperaba en la esquina de Salta y Francia.

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El periodismo describió en sus crónicas al lugar donde sucedió el tiroteo, como un salón bañado de manchas de sangre, al igual que los bancos y hasta hizo mención a la posibilidad de que se hubieran utilizado metralletas y armas automáticas de alto calibre.

Tituló la 5ta. Edición de Crónica su resumen de los hechos: “Atacan la CGT de Rosario: 3 muertos” y en el interior del diario se dedicaba una página entera al relato de los hechos bajo el título: “Criminal Provocación en Rosario: 3 muertos y 6 heridos”. “Fue atacado a balazos el plenario de la CGT”, agregándose en la bajada: “Hubo una batalla campal esta madrugada”.[2]

Las redacciones de los diarios de la época tenían “in pectore” una sola versión: el asesinato de los dirigentes había sido organizado por los Comandos Civiles Revolucionarios, quienes reeditaban su alianza táctica para desalojar a los gremialistas de las estructuras sindicales, como lo venían intentando desde 1955.

A todo esto, el titular de la Jefatura de Policía, doctor Raúl Víctor Ferreyra, pretendió desvincularse de las responsabilidades por la presencia de un policía santafesino, -en razón de que estaba realizando tareas de inteligencia en el lugar-, quien seguramente advirtió el camión de recolección de residuos que fue utilizado por los militantes comunistas para escapar del lugar, los que se dieron el lujo de esperar a que José Güerino Maltomini examinara a los caídos con un revólver en la mano.

Quagliaro fue interrogado por el propio Ferreyra, quien preveía actos de violencia que se confirmarían con el homicidio de Keohe en la esquina de Córdoba y Moreno, a metros de la sede de la CGT y con el homicidio de Raúl Alterman, mentor del grupo Tacuara, al que los homicidas lo llamaron por el timbre de su departamento y al asomarse éste por la mirilla, con una pistola 45 le volaron los sesos, crimen que se le imputó a “El tío Galarza”.

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Roberto Forte, otro de los asistentes al acto, sintió un golpe en el centro del pecho sin orificio de salida, tras los primeros disparos. Los médicos del hospital donde lo habían llevado no le encontraban la bala, la que resultó ser de calibre 7.65 milímetros y que le había perforado el pulmón, tras lo cual le rozó el corazón.

Otro balazo le impactó el bolsillo de la camisa, aunque Forte, en este caso tenía panfletos que le desviaron la bala que se dirigía al corazón.

Otro herido resultó ser el sindicalista Francisco Eduardo Guarnieri, de 57 años, al que le pasó de lado a lado una bala la pierna derecha y el albañil Pedro Alberto Modolo, de 35 años, a quien impactaron en un tobillo.

El juez de Instrucción Nº 3, Luis José Ramunno, por la secretaría del escribano Adolfo Parmentier, ordenó un sumario y dispuso allanamientos y la detención de Miguel Ángel Rosales del MNT y de Maltomini.

A las 20 del día de los graves episodios, en la Confederación General del Trabajo se realizó un plenario y se decidió un paro para el 26 de febrero (1964), de 12 a 24, así como una concentración en Córdoba 2061, desde donde partirían los cortejos fúnebres de los sindicalistas asesinados.

El día del paro, La Capital publicó dos páginas y la C.G.T. acusó de los homicidios a los Comandos Civiles, mientras el Ministerio del Interior destacó las divisiones internas antes aludidas.

Es más, cuatro días antes del ataque fratricida, un autotitulado Movimiento Cívico Revolucionario tomaba posición política y señalaba en un comunicado: “ante el plan de lucha de la CGT, declaramos que bajo ningún concepto y menos con el disfraz de movimiento obrero, toleraremos cualquier intento de retorno (de Perón), pues nos hallará como en l955, dispuestos a jugarnos el todo por el todo”.

El comando Rosario del Movimiento Nacional de los Trabajadores retransmitió a sus seguidores la necesidad de que “los zurdos no copen el plenario”.

Por su parte, el Movimiento Nacional Tacuara decía en un comunicado que “Tacuara sabrá imponer sus propia justicia para vergüenza y escarnio de la oligarquía liberal y sus mucamos rojos”.

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Los episodios de violencia política decidieron al gobernador de Santa Fe Aldo Tessio poner a cargo de la policía a un nuevo funcionario: el doctor Mario A. Figueiras, quien recibió la nominación del cargo por parte del ministro de Gobierno, Justicia y culto, doctor Héctor Premoli.

Como era de esperar, en la ceremonia se le reconocieron sobrados méritos al nuevo funcionario que reemplazaba al jefe interino Héctor Giaggini. De Figueiras, quien esto escribe, sólo pudo saber que en el período que le tocó comandar a la policía rosarina, se desempeñó como un prestigioso profesional.

[1] Quagliaro.La vida de un rosarino en la historia del movimiento obrero. Hugo Alberto Ojeda. Pág. 80

[2] La primera versión se publicó en La Tribuna el 25/02 (1964).

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com