Polarización, ola amarilla y fin del ciclo socialista
«Luis Contigiani pareció un kirchnerista más en el debate televisivo», me confesó off the record una alta fuente provincial del Frente Progresista Cívico y Social al otro día del excesivamente programado cruce público. Y es que el ministro de la Producción santafesino, al igual que Jorge Boasso y Diego Giuliano, postulantes en la categoría diputado nacional, quedaron presos de la polarización general que no dejó lugar para medias tintas, para la ancha avenida del medio, que habitualmente suele cosechar bastantes adhesiones. Esta vez no hubo espacio para el «centro ideológico», sino sólo para los extremos. De un lado, el oficialista y en avance macrismo; del otro, el opositor y en retroceso kirchnerismo. Tan al extremo se encontraban las dos opciones, que el clásico -y cómodo- sitio radical reservado a las opciones de izquierda, quedó disminuido por las circunstancias: ni el combativo Octavio Crivaro; ni el único periodista de investigación rosarino, Carlos Del Frade; ni la feminista Caren Tepp, pudieron colar entre los electos.
Esta ola amarilla no fue privilegio de la tierra del Brigadier López con el ignoto Albor Cantard. Cambiemos se impuso en todo el país. En trece provincias con mayor exactitud. La ola se basó en un pilar fundamental para su expansión: la volátil e inconformista clase media y la influencia de su cosmovisión sobre la realidad en el conjunto de la sociedad. Pesó más en la balanza mental el odio visceral a los corruptos, que la compleja situación económica, profundamente desfavorable para esa franja societaria. Esto echa por tierra el determinismo económico de muchos analistas que ven al bolsillo como el único estructurador del sufragio. Aquí pesó más lo cultural. Y en lo consuetudinario, en el imaginario popular, está bien arraigada la aversión hacia aquellos que «meten la mano en la lata». «Prefiero morirme de hambre, pero no ver libres a los que se robaron este hermoso país», me decía convencido un vecino de una barriada humilde de esta ciudad que no dispone de trabajo estable, semanas antes de las elecciones generales. Los «ladrones» a los que hacía referencia este buen hombre, eran, justamente, los kirchneristas. Con todo, la elección de Agustín Rossi en la provincia fue correcta, conservando casi la totalidad de los votos que había sacado su competidora en la interna de agosto, la exJueza Alejandra Rodenas.
En lo relativo a Rosario, lugar con una presencia relevante de esa clase media aludida (¿espejo de Ciudad Autónoma de Buenos Aires?), el ciclo socialista que diera comienzo hace casi tres décadas con Héctor «Tigre» Cavallero, va llegando a su fin. Anquilosado y desgastado por su larga estadía en el poder, tuvo que recurrir al importado, pero «no quemado», Pablo Javkin para encabezar la lista de candidatos a concejales. A quien fuera el «hijo político» del extinto Raúl Alfonsín, no le fue bien en las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias. El domingo, luego de un denodado trabajo territorial de aparato y de constantes salidas en los medios de comunicación, pudo corregir en parte lo actuado y alzarse con tres bancas en el Palacio Vasallo. No obstante, su nombre no sería de la partida a la hora de disputar el Ejecutivo municipal en 2019, sino la confianza para defender el bastión ya estaría depositada en el actual gobernador, Miguel Lifschitz.
El socialismo debe volver enamorar a los habitantes de las seccionales de la primera a la séptima de la urbe cuna de la bandera, que durante un largo tiempo lo eligieron a pie juntillas, y que hoy prefieren «El Cambio». El idilio concluyó, pero siempre es posible reverdecer una relación cuando existió el amor. Donde hubo fuego, cenizas quedan.
Por el lado de Cambiemos, los seis escaños obtenidos (aún puede sumar un edil más) lo convertirán a partir diciembre en la primera minoría del órgano legislativo local. Sin embargo, las visiones diferentes sobre la forma de construcción política de Ana Laura Martínez y Federico Angelini, podrían derivar en la conformación de dos bloques independientes al interior de la fuerza amarilla. Roy López Molina, que responde orgánicamente al Presidente del PRO en Santa Fe, ya manifestó su intención de ir por la Intendencia.
En lo concerniente al peronismo rosarino, la buena performance del domingo de Roberto Sukerman es un aliciente para su dura historia reciente, pero precisa expandir el caudal de voluntades. Y para eso debe abrir el juego a sectores no necesariamente kirchneristas. ¿Podrá hacerlo el exJefe de la Anses? ¿Se postulará la siempre presente María Eugenia Bielsa? Es difícil saberlo.
Por lo pronto, el justicialismo tiene más chances (al día de hoy) de recuperar el control de la Casa Gris dentro de dos años, que los destinos de Rosario, que no conduce desde 1973 con el profesor, Rodolfo «Sal Gruesa» Ruggeri.