Dilma Rousseff, nueva presidenta de Brasil
Ex integrante de la resistencia armada a la dictadura militar (1964-1985), por lo que pagó con torturas y tres años de cárcel, y pieza fundamental del gobierno de Lula en dos ministerios, Rousseff asumió el mando de la octava economía del mundo con un homenaje a su padrino político, quien la condujo a la Presidencia.
«El mayor homenaje (a Lula) es ampliar y avanzar las conquistas de su gobierno», dijo Rousseff ante los miembros de las dos cámaras del Congreso que la ovacionaron de pie.
Rousseff dijo que Brasil tiene la «oportunidad» de convertirse en una «nación desarrollada» con «estilo brasileño» y un fuerte componente de sostenibilidad ambiental.
Para ello, llamó a la unión de las instituciones para mantener los buenos fundamentos que sostuvieron el crecimiento brasileño en los últimos años, y pidió apoyo para asumir el «compromiso con la erradicación de la pobreza extrema» en Brasil, un flagelo que afecta a 20 millones de personas en el país de 190 millones de habitantes.
«Aún existe una pobreza que avergüenza a nuestro país», lanzó durante su primer discurso tras asumir el cargo ante el Congreso.
«No voy a descansar mientras haya en Brasil brasileños sin alimentos en su mesa, y niños pobres abandonados a su propia suerte», prometió, en medio de aplausos de legisladores y jefes de Estado presentes en el Parlamento, entre ellos la mayoría de presidentes latinoamericanos, el príncipe Felipe, heredero de la Corona española y la secretaria de estado norteamericana Hillary Clinton.
Rousseff se comprometió además a profundizar la integración latinoamericana.
«Seguiremos empeñados en profundizar la integración con nuestros hermanos latinoamericanos», sostuvo ante el plenario del Legislativo.
Su gobierno buscará «asociar su desarrollo económico y político a nuestro continente», remarcó.
Rousseff enfatizó que pretende dar una «consistencia cada vez mayor al Mercosur» integrado por Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay, además de Chile y Bolivia como miembros asociados externos y Venezuela en proceso de adhesión.
«Vamos a dar especial atención a los países emergentes», dijo.
«Profundizaremos el relacionamiento con Estados Unidos y la Unión Europea», añadió.
Rousseff, elegida para gobernar por cuatro años, terminó su discurso en el Congreso y se dirigió al Palacio do Planalto en donde recibió la banda presidencial del ahora ex presidente Lula, con quien se abrazó emotivamente.
«La alegría que siento por mi investidura, se mezcla con la emoción de su despedida», dijo Rousseff durante su discurso a la nación.
Luego de su discurso, la flamante mandataria acompañó a Lula, quien deja el poder con una popularidad récord de 87% después de ocho años de gobierno, a bajar la rampa de acceso del palacio de gobierno.
El presidente se despidió de su sucesora y se acercó a saludar a la multitud que esperaba. Minutos después se subió a un auto con banderas brasileñas y se fue saludando hacia la base área de Brasilia, desde donde regresó a su residencia privada del suburbio industrial obrero de Sao Bernardo do Campo, próximo a Sao Paulo.
Allí fue recibido con una fiesta organizada por su Partido de los Trabajadores y expresó: «Vuelvo a mi casa con la cabeza erguida. Y con la sensación de deber cumplido».
Rousseff pasará a ocupar el Palacio do Planalto en un momento de expansión sostenida de la economía, con una previsión de crecimiento de 7,6% del Producto Interno Bruto en 2011 y una tasa de desempleo de 5,7% en noviembre, un mínimo histórico.
No obstante, la supervalorización de la moneda local ya afectó seriamente la balanza comercial y el desempeño del segmento industrial exportador.
Además, la inflación cierra el año por encima de la meta oficial de 4,5% al año e inicia 2011 con tendencia al alza.
Bajo el gobierno de Lula, 29 millones de personas salieron de la miseria, según cifras oficiales, pero casi la mitad de la población sigue sin acceso a saneamiento y la tasa de analfabetismo roza el 10%.
Rousseff, que tomó juramento a sus ministros este sábado, contará con parte del equipo de gobierno de Lula.
En el plano externo, Rousseff asume el poder en medio de una incipiente crisis diplomática con Italia, ante la decisión adoptada por Lula en su último día de gobierno de no extraditar al ex militante de ultraizquierda italiano Cesare Battisti, condenado por cuatro asesinatos en su país.