El concepto de privacidad corre riesgo de extinguirse

En las últimas horas, fuentes de las áreas de inteligencia de Estados Unidos desmintieron a quien será su nuevo jefe a partir del 20 de enero, en ocasión de su presentación ante el Senado, en torno a la posibilidad de que maniobras de hackeo ruso hayan permitido el triunfo de Donald Trump.

Sí admitieron que Rusia utilizó hackers para apoderarse ilegalmente de información del Partido Demócrata durante las elecciones internas de la campaña electoral del año pasado.

En ese sentido, el director de Inteligencia Nacional, James Clapper, concluyó públicamente que “altos dirigentes rusos seguramente pudieron autorizar la intercepción de datos sobre las elecciones y su divulgación”.

De dicha declaración, en la Cámara Alta norteamericana –apuntada por Clapper ante sus pares de la Subsecretaría de Defensa para Asuntos de Inteligencia, Marcel Lettre y el jefe del Comando de Ciber Seguridad, almirante Michael Rogers, surge que el Comité Nacional del Partido Demócrata y el jefe de campaña de Hillary Clinton, John Podesta tenían sus e-mails “intervenidos” y de esa “mirada ilegal” surge que, al parecer, se vislumbraba que las autoridades del partido boicotearon la candidatura el senador Bernie Sanders y ello habría derivado, a su vez, en el cambio de actitudes de los electores a favor de Trump.

Represalia

El presidente de los Estados Unidos, en represalia, a fines del pasado mes de diciembre dispuso la expulsión de 35 diplomáticos rusos, a los que se los consideró espías y, paralelamente, anunció sanciones contra dos agencias de inteligencia de ese país, el FSB y el GRU.

Cuando se está redactando esta columna Trump, seguramente, estará reunido con los responsables de la inteligencia del país del Norte, para conocer detalles del hackeo y para comunicar que el futuro director de la Dirección de Inteligencia Nacional ( DNI) –creada en el 2004-, será el senador por el estado de Indiana Dan Coats, quien por estas horas es el principal asesor de la referida área y tendrá como misión coordinar y supervisar las acciones de todo el aparato militar y civil de los servicios de información y de espionaje.

Este episodio puede ser relacionado con declaraciones formuladas por Edward Snowden, -ex consultor de inteligencia norteamericano-, que en 2013, logró formular un programa de doble filo para detectar cualquier posible ataque terrorista, pero que –paralelamente-, vulneraba libertades individuales de los estadounidenses.

“La exposición del software malicioso, -presuntamente relacionado con la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA)-, es probablemente un mensaje de Moscú”, apuntó Snowen,con lo que se agrega un manto de intriga en el mundo de la seguridad informática.

En una serie de tuits, Snowden insinuó que la filtración fue producto de un ataque ruso a un servidor de la NSA y podría tener como objetivo prevenir represalias de Estados Unidos ante las denuncias de que el Kremlin trató de intervenir en el proceso electoral estadounidense.

Paralelamente, expertos en ciber seguridad suponen que un conjunto de “herramientas” fueron sustraídas a Equation Group, un poderoso grupo de hackers que han sido vinculados con la NSA. Esos elementos formaron parte de una subasta electrónica realizada por un grupo que se hace llamar Shadow Brokers.

Los rusos, como cabía esperar, habrían calificado a las acusaciones de infiltración de paranoides y ridículas. Por su parte, la NSA no respondió al pedido de declaraciones.

Actualmente el académico Thomas Rid, cuyo libro «Rise of the machines» («El ascenso de las máquinas») rastrea actualmente la primera campaña de hackeo en Estados Unidos vinculada al Kremlin que se conozca.

A lo que se enfrenta Trump

El 20 de enero, cuando Trump asuma, deberá hacerse cargo, a través del ya mencionado Coats, de la NSA, un organismo que posee toda la data digital que está a mano del gobierno para ser utilizada. En dicha agencia se almacenan datos para investigaciones en curso y futuras desde que el ex presidente Truman la creara en 1952 para que se dedicara a recoger datos de la inteligencia extranjera.

Para la NSA trabajan “escuchando” alrededor de 30 mil agentes que recogen, cada tres horas, información suficiente para llenar la Biblioteca del Congreso Norteamericano. A pesar de ello no se pudieron evitar la muerte de miles de ciudadanos norteamericanos como consecuencia del ataque del 11 de setiembre, a manos de un grupo terrorista. Cuando la inteligencia yanqui se comió ese sapo, Richard Cheney , el máximo jefe de la inteligencia al ocurrir ese episodio declaró sin embagües: “Pasaremos al lado oscuro”.

Anillo de acero en Nueva York

A partir del incidente enunciado los norteamericanos estarían siendo monitoreados en un nivel desconocido y quienes conocen meticulosamente del tema hablan de “un anillo de acero en Nueva York, donde la vigilancia se multiplicó por 30 veces” con la aplicación de cámaras de reconocimiento facial, al parecer, desde 2007. Otras fuentes hablan del uso, para casos extremos de vigilancia, de cámaras tridimensionales. Incluso, las versiones -más difíciles de comprobar-, mencionan la instalación de cámaras en aparatos de TV conectados vía satélite con el FBI.

El uso del espionaje a través de los drones, que vuelan a 300 metros de altura, ya ha sido expuesto en otras columnas en los que se abordaron la temática del terrorismo. Esa área correspondería a la Agencia de Proyectos para la Defensa de Estados Unidos. Es más, no son pocos los científicos que estarían trabajando sobre insectos para controlar sus patrones de vuelo, a fin de lograr que giren a determinadas altitudes para dirigir la visión de cámaras, las que luego serían colocados en “insectos cibernéticos”, un área impactante en la que estaría trabajando la ciencia norteamericana de manera reservada.

Desde el 2013, nos dicen, se está trabajando en la instalación de un Identificador Biológico Único en celulares, en teoría para evitar robos. Lo que no se dice sobre el tema es que el celular, de esta manera, podrá ser rastreado, aunque esté apagado (GPS). Obviamente el usuario desconocerá que está siendo controlado en el marco del uso de otras tecnologías de monitoreo.

En definitiva y como dicen los jóvenes “para hacerla corta”, ya hay nueve compañías que recolectan datos conformándola plataforma de vigilancia más grande del mundo. Los datos son guardados indefinidamente y pueden ser usadas ante cualquier circunstancia, ya sea previsible o no.

No será un cuento de ciencia ficción si en el futuro cercano, en esta columna, tengamos que hacer mención a un programa de inteligencia artificial que permita escudriñar pensamientos y acciones a través de el adelanto de las intenciones humanas que surgirían a partir del análisis de respuestas físicas o de comportamientos que sería lo más parecido a un sistema orweliano de lectura de las mentes.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com