Nace una estrella: Ágata, «La Flor de la Mafia»

José A. Martínez Cilvetti era un magistrado de prestigio merecido y un estudioso de las ciencias jurídicas. Graduado en la Universidad de Córdoba y acogido a los beneficios de la jubilación, llegó a la policía de Rosario, rodeado de la consideración respetuosa de su población.

Ocupó la jefatura policial durante tres años, luego de haber sido el titular del directorio del Banco Provincial, sucursal Rosario.

En el transcurso de su gestión al frente de la policía rosarina, debió enfrentar una marcada carencia de recursos para enfrentar y perseguir a los delincuentes y se vio forzado a admitir el abandono de investigaciones en varias oportunidades por falta de elementos materiales.

En el lapso apuntado, paralelamente, a pesar de las dificultades imperantes, el comisario Antonio Rodríguez Soto, -aunque no formaba parte del área dedicada a las investigaciones-, comenzó a acumular indicios, filiaciones, resumió posibilidades y estudió antecedentes y “modus operandi” de las bandas de malhechores que asolaban a los rosarinos, logrando con ello avanzar en las indagaciones, las que conducían, en forma paralela, con la que sí tenía a su cargo oficialmente desde su comisaría del barrio La Tablada. Nos referimos, por ejemplo, al homicidio de Antonio Camerano.

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El 20 de noviembre de 1938 es detenido uno de los cuatro individuos que habían asaltado una pareja en la localidad bonaerense de Hurlingam y, pocos días después, un agente de policía, intentó interrogar a cuatro sujetos que se desplazaban por las inmediaciones.

Estos últimos, sin mediar palabra, le efectuaron varios disparos, generándose un tiroteo en el que resultó herido uno de los sospechosos, luego identificado como Audelino Solís, de 31 años, oriundo de Rosario. En el mismo episodio, fue arrestado Juan Caggiano, (a) “Argüello”, soltero, de 25 años.

Rodríguez Soto se enteró del intercambio de disparos y le dio valor suficiente al enfrentamiento, ya que había detenido por otros delitos a Caggiano. Es más, el comisario logró establecer que cada vez que “Argüello” se ausentaba de su domicilio, de inmediato ocurrían episodios de gravedad.

El investigador comunicó sus datos al jefe de Policía y éste lo comisionó a las localidades de Haedo y Hurlingham para que hiciera investigaciones.

Rodríguez Soto se reunió con el comisario bonaerense Israel Isurieta Saldívar y en forma conjunta decidieron interrogar a Caggiano, quien confesó su participación en el asalto a la pareja y admitió que en el hecho lo acompañó el jefe de su banda, apodado “El Paisano”, nacido también en Rosario.

Ya en la referida ciudad, Rodríguez Soto continuó avanzando en sus recopilaciones de datos, con la finalidad de conocer la identidad de “ El Paisano”, logrando establecer que el individuo era habitué de bares de las inmediaciones del barrio Tiro Suizo, en los que se hacía llamar Enrique Riquelme. Obtenido el nombre y apellido efectuó averiguaciones para establecer si un “Riquelme” se había fugado de alguna penitenciaría.

Así fue que al tomar contacto Rodríguez Soto con el director de la cárcel de Santa Rosa de Toya, éste le comunicó que había huido Antonio Ricart o Rodríguez, un sujeto de suma peligrosidad. Para el experimentado investigador, Ricart, Rodríguez y “El Paisano” eran una misma persona.

Los datos se acumularon y, diariamente se obtenían más, permitiendo ello establecer que el buscado tenía “malas juntas” de todo tipo, motivo por el cual Rodríguez Soto requirió la colaboración del personal de la División Investigaciones, con el que logró varias detenciones, las que resultaron ser dieciséis, correspondientes a distintos miembros de una banda tenebrosa que había sido responsable de la muerte de Antonio Camerano.[1]

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También fue durante la gestión de Cilvetti, que una nueva protagonista se comenzaría a hacer notar en el submundo de la delincuencia de la ciudad más importante de la provincia de Santa Fe: Ágata Cruz Galiffi, luego conocida como “ La flor de la mafia”.

El abogado Lucchini se vincula aún más con su moribundo entorno mafioso al casarse –mientras paralelamente ejercía la defensa de “Chicho Grande”- con Ágata, la que con su accionar cerraría un ciclo de ocho años de violencia consecutiva, debido a los últimos estentóreos episodios criminales que tendían en vilo a los rosarinos.

Aunque, para ser justos, Ágata volvió a hacer resurgir mortales episodios que la tuvieron como protagonista central, una vez que se separó de Lucchini y comenzó a relacionarse sentimentalmente con el criminal Antonio Pláceres, al que las autoridades de la ciudad conocían como “El Gallego”.

Cartón lleno: Cae “El Pibe Morano”

Como tercer componente de la banda se acercó a la pareja Cayetano Morano (a) “El Pibe Morano”, uno de los integrantes de la gavilla del “Pibe Cabeza”, uno de los custodios de “Chicho Grande”.

La tarde del 30 de diciembre de 1938, dos detectives, hartos de deambular mientras hacían su recorrida habitual por el microcentro, ingresan a tomarse un cortadito en el bar Aguiló, en Santa Fe y Maipú y, para su sorpresa, detectaron al trío y los”invitaron” a que los acompañaran a la Jefatura, para averiguar sus antecedentes.

Los delincuentes les pidieron a los policías pasar previamente por la pensión donde se alojaban, ubicada en San Lorenzo al 700, para retirar sus documentos. Una vez allí, aprovechando un descuido de los inexpertos policías, de entre sus ropas sacaron armas y le efectuaron disparos a Domingo Ferreira, uno de los pesquisas que cayó herido, mientras que el restante, Juan Espinoza, falleció tras recibir varios impactos.

Los disparos y la posterior huida espectacular de los malhechores le permitió a Morano esquivar a otros policías que, advertidos por los balazos llegaron al lugar casi inmediatamente.

Pero la huida del “Pibe Morano” se hizo lenta, ya que debía evitar a la gente que se acercaba al lugar de los hechos en gran número, para ver lo ocurrido, acicateada por la curiosidad.

Esta circunstancia permitió que fuera acorralado a los pocos minutos, aunque antes de que ello ocurriera, con su arma, le arrebató la vida al agente Marcos Cordero.

Debido a las heridas que tenía, el mafioso fue derivado a la Asistencia Pública, donde tras recibir las primeras curaciones, pidió entrevistarse con el juez del Crimen Cantadore Van Straat –quien sería jefe de Policía en 1946- al que le confesaría datos de suma importancia que relacionaría a gente de la alta sociedad rosarina con las bandas mafiosas de Santa Fe.

El magistrado tomó conocimiento del ofrecimiento y pidió que Morando fuera remitido a su despacho, pero el agravamiento del estado de salud del delincuente hizo, por el momento, inviable el pedido judicial.

Al presentir su muerte, el delincuente, que empeoraba a cada instante, decidió insistir con su pedido, pero como el juez no se hizo presente a tiempo y Morando falleció, llevándose sus secretos a la tumba-, en la medianoche del1º de enero de 1938.

Van Straat, decidió entonces enviar a Ágata, a Lucchini y a Pláceres a Tucumán, donde debían responder por la imputación de distribuir dinero falso en esa provincia, así como de haber planeado el robo a un banco tras excavar un túnel.

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Ágata, según el historiador Zinni, es encerrada en un hospital para locos, donde en una jaula de 1.20 x 1.80, permanece siete años; aunque ése no sería el único sufrimiento que debería soportar. Lucchini , que debió a su vez pasarse ocho años tras las rejas, le entabló un juicio de divorcio por “abandono malicioso del hogar”, aduciendo ignorar su paradero.

Tras recuperar su libertad, “La flor de la mafia” luego de 9 años y 3 meses de cárcel y de enfrentar penurias físicas y morales, recuperó una de las fincas propiedad de Galiffi, en Caucete y allí se radicó, al menos hasta 1972, oportunidad en la que periodistas de una revista logran entrevistarla en su vivienda.

-“¿Chicho Chico? No lo conocí. Nunca supe quien era: ni siquiera sé si existió, respondió Ágata”, con 56 años cumplidos, a la requisitoria periodística.[2]

A todo esto, Cilvetti, protagonista de un negro período para Rosario desde la Jefatura de Policía, se mantuvo en el cargo hasta el 31 de marzo de 1941, falleciendo el 23 de septiembre de 1945.

Cuffaro pierde por abandono

A todo esto, siete años antes, en los agobiantes finales de 1938, se toma una decisión trascendental en el ámbito familiar de los Cuffaro: Abandonar la mafia y dejar las armas en Rosario.

“La discusión dentro de La Familia fue intensa”, apuntó nuestra exclusiva informante, quien mientras en el café donde manteníamos la entrevista, metía la medialuna en el cortado liviano en jarrita –típica costumbre siciliana que adoptaron muchos argentinos descendientes de los inmigrantes italianos-, a la vez que le comentaba al autor de esta columna que “muchos de los componentes de la familia Cuffaro, como los tíos Pepe y Calógeno se dedicaron a vivir de sus negocios y guardaron definitivamente los revólveres, que invariablemente llevaban en sus cinturas para defenderse de cualquier ataque sorpresivo”.

“Tío Pepe, en 1960, –prosiguió la interlocutora de este periodista- fue invitado a participar, en Estados Unidos como componente de otra rama de la misma familia, radicada en Chicago, donde debía hacer la tarea de cobrador–recaudador de los negocios que pagaban seguridad-, pero desistió. Otros componentes de la dinastía, más jóvenes, tenían a su cargo el trabajo pesado, cuando los comerciantes se negaban a aportar la cuota por protección”.

[1] Ver Diario La Capital del 26/11/1938, donde figuran imágenes de 10 de los componentes de la peligrosa gavilla, de la que formaba parte Caggiano, autor de la muerte de Antonio Camerano, al que le disparó cuando lo sorprendió robando. Recart, momentáneamente prófugo, sería detenido con posterioridad.
[2] Revista Gente. Entrevista a Ágata Galiffi. 1972

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com