Niños de nueve años enviados a la muerte por el ISIS
Cuando quien esto escribe inició una serie de columnas de política internacional sobre el conflicto en el que estaba inserto el ISIS, no se imaginaba nadie que su fuerza militar se vería en la necesidad de enviar a niños de nueve años a la muerte como escudos humanos.
Ahora que esta guerra de baja intensidad está llegando a su fin, pero que si no se detiene puede convertir al Magreb en un infierno mundial, entiendo que es el momento oportuno para apuntar que el editor de una página política WEB, ante el avance del conflicto que nos ocupa, por razones que desconozco pero imagino, me pidió que dejará de enviarle columnas –en las que se brindaban informaciones que otras publicaciones no señalaban-, sobre el tema y fue por esa razón que decidí no escribir más sobre esa cuestión, ni acerca de ninguna otra en esa publicación. Estoy tranquilo con mi alma. Lamentablemente no me equivoqué.
Al momento de iniciar esta columna, se está profundizando el estrechamiento del cerco sobre el último bastión en Irak del Estado Islámico (ISIS), luego de que el ejército iraquí, fuerzas de seguridad y peshmergas –fuerzas kurdas-, lograran rodear la ciudad de Mosul, tanto por el sur como por el este y el norte.
Las milicias le han dejado trascender a las agencias de noticias internacionales que ya cortaron las líneas de abastecimiento desde el oeste mientras que el líder de Ias fuerzas islámicas Abu Baker al Bagdadi, -desde su escondite seguro-, exhorta a sus seguidores a resistir.
A todo esto, voceros de los militares iraquíes afirman haber “tomado seis barrios de la ciudad”, mientras que la Organización de Naciones Unidas informaba que “combatientes terroristas desesperados “asesinaron a casi dos centenares de personas de la población de Gogjali, al este de Mosul, entre los que se contabilizan 50 desertores y antiguos funcionarios del ISIS que se negaron a plegarse a la banda armada.
Posiblemente –ya que no pudo ser confirmado-, lo propio habría ocurrido con otros 200 habitantes de Mosul, de los cuáles 50 serían miembros del Ejército iIslámico, ejecutados en la base militar de Ghazlani, quienes habrían intentado desertar.
Reclutadores de las fuerzas del ISIS, casa por casa y por la fuerza secuestran a mayores de 9 años para enviarlos al frente como escudos humanos. Esto ocurre porque ni los francotiradores, trampas explosivas y suicidas pudieron frenar el avance de las fuerzas militares internacionales.
Las insistentes versiones indican que el ISIS se habría llevado en camiones a 1.600 habitantes de Hamam al Alil con destino final desconocido. A ello hay que sumar a 400 mujeres kurdas secuestradas Jazidis y chiíes en Tel Afar, la última ciudad en sur en su poder ente Mosul y Siria. Precisamente las Unidades de Movilización Popular –chiíes-, tratan de cortar las líneas de reabastecimiento de los secuestradores.
A todo esto, se han conocido víctimas civiles de los bombardeos de la coalición -3.000 bombas, misiles, cohetes y morteros-, en el barrio de al Quds, uno de los seis barrios que la fuerza antiterrorista asegura haber tomado a sangre y fuego, en la orilla oriental del río Tigris.
Operación Libertad
Ahora bien, del presente saltamos al pasado cercano –año 2003-, para dar cuenta en estas líneas los resultados “escondidos” de una investigación de las fuerzas militares de Gran Bretaña en Irak, en la que se dieron a conocer datos sobre las evaluaciones militares tendientes a estabilizar el país, y las conclusiones para lograr objetivos estratégicos.
La investigación fue dirigida por Ben Barry, realizada siete años después de que las últimas tropas inglesas se retiraron oficialmente de IRAK, luego de participar de la Operación Libertad, liderada por Estados Unidos.
El informe de Barry contiene gran cantidad de pruebas y análisis que demuestra que el Reino Unido no pudo alcanzar ninguno de los objetivos estratégicos que se había fijado para Irak en 2003 sino, además, que la dirección del esfuerzo para estabilizar el país, a raíz del conflicto no era adecuada.
Como resultante el conflicto de Irak derivó en un daño extremo en la credibilidad política interna del ex primer ministro Tony Blair y el desastre, en ese sentido, alcanzo al Ministerio de Defensa inglés, los ministerios de desarrollo extranjeros, la inteligencia militar y a las propias Fuerzas Armadas en su conjunto.
Dichos factores destructivos hacia el interior de Inglaterra se amplificaron con el voto parlamentario de agosto de 2013, que rechazó la propuesta de iniciar una campaña aérea sobre Siria para disuadir a al presidente Bashar al Assad de utilizar armas químicas contra su pueblo.
Del informe Chilcot, como se lo dio en llamar, podemos puntualizar que consta e 2,6 millones de palabras y está conformado por 12 volúmenes, mientras que el resumen ejecutivo es de más de 150 páginas, donde lo más importante forma parte de las páginas 109 a 140.
A fin de colaborar con el lector, con el pormenorizado análisis del documento, podemos acotar que la evaluación individual más importante hecha por la investigación es que el gobierno británico –como señalamos más arriba -, no logró alcanzar los objetivos estratégicos que se había fijado para sí mismo.
Chilcot identificó en el informe que el Reino Unido tuvo poco impacto positivo en la Autoridad Provisional de la Coalición liderada por Estados Unidos que administró inicialmente Irak y agregó que “la escala de las actividades del Reino Unido después de los conflictos de Irak, no tuvo en cuenta de la magnitud de la tarea de estabilizar, la administración y la reconstrucción de Irak, y de las responsabilidades que eran propensos a caer en el Reino Unido. Esto se debía a que el primer ministro Blair no estableció la supervisión ministerial clara de la planificación y preparación del Reino Unido. No se aseguró de que no había un plan flexible, realista y con todos los recursos que integró militarmente el Reino Unido”.
El informe muestra que a partir de 2006, el Reino Unido tenía recursos suficientes para sostener tanto la campaña de Irak y sus operaciones cada vez más difíciles en Afganistán.
Llega a la conclusión de que «en 2007 el dominio de la milicia en Basora, -que los comandantes militares del Reino Unido no fueron capaces de desafiar- llevó al Reino Unido al intercambio de notas con los detenidos para que se ponga fin a los ataques contra sus fuerzas.
Era humillante que el Reino Unido llegara a una posición en la que consideró como la mejor opción disponible, a un acuerdo con un grupo de milicianos que habían dirigido activamente a las fuerzas británicas. El papel militar del Reino Unido en Irak, de esta triste manera, puso fin a un largo camino de éxito».[1]
[1] Sobre el informe Chilcot, del que se conoce muy poco o casi nada, próximamente profundizaremosdatos en otra columna, en la que el lector advertirá los errores ingleses en Irak, en temas tales como la dirección estratégica, la invasión a Irak, la Operación al Anfal, la guerra antiterrorista, la resolución 1441 sobre la existencia de armas de destrucción masiva y la invasión propiamente dicha, así como la caída de Bagdad.