Novedades en el caso Zulatto

En su edición del día de ayer, el decano de la prensa argentina publicó los avances en la investigación sobre el asesinato del joven Fabricio Zulatto. La fiscal Georgina Pairola dijo que el muchacho fue llevado bajo engaño al rancho de Génova al 2100 donde lo ejecutaron y arrojaron su cuerpo a un pozo ciego. Buscan a un tal Andrés, presunto vendedor de drogas.

Por Leo Graciarena/La Capital

Un cartonero de 30 años fue imputado por la fiscal Georgina Pairola como coautor del asesinato de Fabricio Zulatto, el joven de 21 años que jugaba futsal en Newell’s Old Boys y cuyo cuerpo fue hallado el jueves en el pozo ciego de un rancho ubicado en la villa de Génova al 2100. La fiscal imputó a Omar Darío «Pilo» M., de 30 años, por homicidio agravado por promesa remuneratoria y calificado por el uso de arma de fuego, una acusación que podría llevarlo a la pena de prisión perpetua. La imputación estuvo sustentada en un informe realizado a partir de «datos de calle» y aportado por la policía, y por el testimonio de un arrepentido acusado por encubrimiento.

Según ese testimonio, referenciado por la fiscal Pairola a lo largo de la audiencia de ayer, Zulatto «mantenía un conflicto con un tal Andrés que es distribuidor de drogas de mediana escala y que nutre con marihuana a quioscos de la zona norte». Una de esas bocas de expendio era manejada por Pilo y el arrepentido en el rancho de Génova al 2100 donde apareció el cuerpo de Fabricio.

Según los vecinos, el testigo y Pilo vivían en ese rancho desde hacía 10 días. Y de acuerdo a la acusación, Andrés «contrató» a Pilo para que asesinara a Zulatto por 20 mil pesos y al arrepentido para que tapara el pozo donde escondieron el cuerpo. En ese marco, dijo la fiscal, «Zulatto fue llevado bajo engaño a ese rancho el martes, alrededor de las 15, y unas dos horas después estaba muerto con tres disparos en la cabeza». El arma utilizada la proveyó Andrés y una vez ejecutado el crimen la hizo desaparecer. Y fue el mismo Andrés, dijo la fiscal, quien dejó el auto de Zulatto el miércoles a la tarde en Suipacha al 700. Para entonces, el pibe ya estaba muerto.

El defensor oficial Francisco Broglia, por su parte, cuestionó duramente el testimonio del arrepentido. «Es contradictorio porque comienza diciendo que él no vio la ejecución pero cuenta detalles del asesinato. ¿No será que J.L.G. (iniciales del arrepentido) es el asesino y por eso trata de involucrar a mi defendido?», preguntó. Y ante ello pidió la libertad de su asistido. Pero el juez Héctor Núñez Cartelle le dio la derecha a la Fiscalía y dictó la prisión preventiva sin plazo para el cartonero.

Los últimos pasos. «¿Cómo están los chicos?», le preguntó Pilo a su esposa apenas ingresó a la sala de audiencias de Tribunales. En la vereda, en tanto, unos 30 amigos y allegados de Zulatto mantenían una tensa vigilia (ver aparte) y pedían justicia. A la sala sólo pudieron ingresar periodistas y un allegado por cada una de las partes.

El argumento acusatorio contra Pilo estuvo en sintonía con lo publicado por La Capital en su edición del viernes, es decir que el tema de la droga atravesó el trágico final del joven. Aunque también quedó claro que en la investigación todavía hay mucho por hacer en cuanto a pruebas y testimonios y que los periodistas, lo único que hacen, es consignar las hipótesis de la pesquisa.

Con cautela y paciencia, la fiscal Pairola enumeró los elementos con los que cuenta para imputar a Pilo. Y trazó una cronología de las últimas horas de la víctima. Zulatto salió de su casa el martes a las 11. Le dijo a sus mamá que iba a comprar un cargador para celular y que luego se encontraría con dos amigos a almorzar. También se comunicó vía Whatsapp con su novia, que estaba de viaje en Estados Unidos. Su última conexión fue a las 15.40.

Luego Pairola referenció la declaración de J.L.G., imputado por encubrimiento agravado que asumió el rol de arrepentido. Este hombre, que dijo no saber leer ni escribir, fue demorado tras los allanamientos en calle Renán al 200 la madrugada del miércoles, los que posibilitaron hallar el cuerpo de Zulatto poco más tarde. Ayer pidió declarar y lo hizo con la asistencia de una defensora pública. Y entonces puso contexto a la desaparición y muerte de Fabricio. Contó que Zulatto «tenía problemas con Andrés», un transero que proveé de marihuana a quioscos de la zona norte, entre ellos el que tenían Pilo y J.L.G. en la villa de Génova al 2100. Dijo que a él lo convocaron «para tapar un pozo ciego» sin conocer que adentro había un cadáver. Relató que con Pilo eran amigos «hacía 10 años» y que «vivían juntos». Y que el rancho donde hallaron a Zulatto lo usaban «para guardar su caballo y para vender drogas de vez en cuando».

Ropa sucia. El arrepentido contó que cuando llegó al rancho, tras trabajar en una cooperativa de cartoneros, encontró a Pilo y Andrés. Este último tenía «los pantalones manchados con sangre» y escuchó que Andrés le decía a Pilo: «Después te traigo las 20 lucas». Enseguida Pilo respondió: «Mirá lo que hice». También recordó que el imputado le había contado que Andrés «tenía problemas con alguien y que lo iba a llevar al rancho para secuestrarlo o matarlo». Y que a Andrés lo conocía hacía ocho años, cuando «le bajaba droga» a la madre de Pilo.

Después dijo que Andrés llevó a Zulatto al rancho bajo engaño. «Le dijo que Pilo tenía 40 lucas y que se las iban a robar». Pero una vez en la vivienda Fabricio fue asesinado con un arma que «Andrés le pasó a Pilo y luego se la llevó». Zulatto recibió tres balazos, dos de ellos en el cráneo, y múltiples golpes y cortes por supuestos culatazos. Y si bien restan pericias, el arma utilizada sería un revólver calibre 32. Pilo nunca cobró los 20 mil pesos que le prometió Andrés por el crimen. Y el transa, en tanto, sigue prófugo.

A su vez, la fiscal sostuvo que Andrés es el hombre que la tarde del miércoles, después de la muerte de Zulatto, dejó el auto de la víctima en Suipacha al 700, escena captada por una cámara de videovigilancia privada (ver aparte).

Veinte palabras. A su turno Pilo también pidio declarar. Y se limitó a decir 20 palabras: «No tengo nada que ver. Yo sólo laburo con un carro a caballo. No sé por qué me acusan a mí». Acto seguido el defensor Francisco Broglia cuestionó el testimonio del arrepentido y pidió la libertad de su asistido. Dijo que el testimonio no tenía entidad suficiente para la imputación. «J.L.G. quiere cubrirse. Da detalles de una muerte que dijo no haber visto», indicó el defensor. «¿No será que él es el asesino y quiere incriminar a mi defendido?», agregó. Y también indicó que J.L.G. no testificó porque quería, sino porque lo demoró la policía. «Declaró sin saber cuál es la diferencia entre estar detenido o demorado. Hay personas que han ido a la facultad que no podrían trazar esa diferencia y este hombre no sabe leer ni escribir», argumentó.

Al final el juez Nuñez Cartelle le dio la derecha a la acusación e indicó que aunque Pilo no hubiera cobrado el dinero prometido, igual se configuraba el homicidio agravado por promesa remuneratoria. Y le dictó prisión preventiva sin plazo. (Leo Graciarena/La Capital)

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