A los 88 años, falleció «Rita La Salvaje», legendaria bailarina de cabaret rosarina
Se llamaba Juana González y había nacido en la Isla Maciel, Buenos Aires. Llegó muy joven a Rosario. Su nombre surgió en uno de sus tantos viajes. Falleció ayer, las 13 hs en el policlínico del Pami.
Murió Juana González. Así, dicho con frialdad, la referencia suena lejana, hasta casi imperceptible. Murió Rita La Salvaje, la mujer, la artista, una estrella de antaño de una Rosario que se fue, falleció ayer a los 88 años. Esa es otra historia.
Había nacido un 15 de junio en la Isla Maciel, pero a los 16 o 17 años emigró a Rosario donde debutó en el cabaré Tetuán, en Santa Fe al 1500. Buscaban una chica con buen cuerpo para bailar.
Empezó con mambo, afro cubano, caravanas y danzas árabes con pañuelos en la cabeza. Al principio lo hacía en deshabillé, pero luego le sugirieron que mostrara más.
El nombre de Rita la Salvaje surgió en uno de sus innumerables viajes. De visita en Chile, se presentó con el nombre de Rita Day, porque según contó ella misma se parecía a Rita Hayworth.
La Salvaje se sumó en un posterior viaje a Brasil. Durante una presentación de baile afrocubano, un locutor que animaba la función comentó «que salvaje».
Rita tuvo oportunidad de viajar con sus actuaciones por Venezuela, Nicaragua y hasta Panamá.
Una vez instalada en Rosario, durante los años 50 y 60 todos los días hacía sus presentaciones, llenando el lugar de bote a bote. Primero en el Teatro Casino y luego en el Rendez Vous, en el hoy legendario barrio Pichincha.
En los años cincuenta, sus audacias sorprendían porque afrontaba el desnudo completo, con escenas como «el ventilador» (en la que hacía girar los senos), y «el caramelito», en alusión al premio que había que descubrir en su cuerpo desnudo.
A fines de los años sesenta compartió escenario en el cabaré Morocco con el dúo de tango del bandoneonista baigorrense Cholo Montironi y el cantor Carlos Budini.
Actuó en los escenarios de Rosario hasta 1982. A partir de entonces comenzó su leyenda. Sin embargo, esos mismos años fueron los peores para Juana.
Había corrido el rumor de que había fallecido, le robaron todas sus pertenencias y hasta estuvo internada en un hospital neuropsiquiátrico.
Finalmente fue dada de alta a comienzos de los años noventa, y el entonces secretario de Cultura de Rosario, Enrique Llopis le gestionó una pensión oficial.