Central y una herida que cada fecha se abre más
Central perdió de local y su gente silbó al equipo.
El equipo de Rivoira no supo ni pudo sostener el trabajo de la semana. La apuesta era arriesgar en ofensiva, abrir la cancha, y la estaba poniendo en práctica. Hasta que Yedro metió una asistencia de 50 metros para que Balvorín, ayudado por la desatención de Peppino, definiera ante la salida de Broun. A partir de ahí, se jugó otro partido.
Central comenzó a desmoronarse. Ya venía jugando al límite para tratar de ganarlo, y empezó a volverse loco. Se vio un nerviosismo generalizado que derivó en más roces que fútbol. Así tuvieron que dejar la cancha Ring-Ring y Medina. Ya diez contra diez, el Chulo modificó el dibujo: del 4-3-3 pasó al 31-3-2, con el ingreso de Velázquez por Shaffer. Nada cambió en el local…
Gimnasia sabía que tenía tres puntos de oro en el bolsillo y se convenció de que los debía defender.
Entonces, su estrategia fue agruparse, replegarse cerca de Bangardino. Y cada vez que el rival se le cierra, a Central se le hace complicado. Confunde centros con pelotazos, quiere ganar por arriba y no tiene armas para herir. Por eso, los centrales del Lobo fueron figuras, al igual que Yedro, quien siempre supo qué jugada requería el partido. De todas maneras, el Lobo no tuvo decisión para ir por más. Se conformó con la mínima diferencia y así dejó con vida a Central hasta el último minuto de juego. Para peor, Pajón desperdició varias chances netas para ampliar. Claro, no fue una tardenoche canalla. El equipo arrancó bien parado pero terminó patas para arriba, incluso con nueve por la roja que ligó -correctamente- Braghieri.
Luego de finalizado el partido Central no supo ni pudo sostener el trabajo de la semana. La apuesta era arriesgar en ofensiva, abrir la cancha, y la estaba poniendo en práctica. Hasta que Yedro metió una asistencia de 50 metros para que Balvorín, ayudado por la desatención de Peppino, definiera ante la salida de Broun. A partir de ahí, se jugó otro partido.
Central comenzó a desmoronarse. Ya venía jugando al límite para tratar de ganarlo, y empezó a volverse loco. Se vio un nerviosismo generalizado que derivó en más roces que fútbol. Así tuvieron que dejar la cancha Ring-Ring y Medina. Ya diez contra diez, el Chulo modificó el dibujo: del 4-3-3 pasó al 31-3-2, con el ingreso de Velázquez por Shaffer. Nada cambió en el local…
Gimnasia sabía que tenía tres puntos de oro en el bolsillo y se convenció de que los debía defender.
Entonces, su estrategia fue agruparse, replegarse cerca de Bangardino. Y cada vez que el rival se le cierra, al Canalla se le hace complicado. Confunde centros con pelotazos, quiere ganar por arriba y no tiene armas para herir. Por eso, los centrales del Lobo fueron figuras, al igual que Yedro, quien siempre supo qué jugada requería el partido. De todas maneras, el Lobo no tuvo decisión para ir por más. Se conformó con la mínima diferencia y así dejó con vida a Central hasta el último minuto de juego. Para peor, Pajón desperdició varias chances netas para ampliar. Claro, no fue una tardenoche canalla. El equipo arrancó bien parado pero terminó patas para arriba, incluso con nueve por la roja que ligó -correctamente- Braghieri. Rivoira no le encontró la vuelta ni con los cambios y tuvo que resignarse a sufrir su primera derrota en el Gigante.
Luego de finalizado el partido unos 200 hinchas insultaron a los jugadores, a la Comisión Directiva y al manager Gonzalo Belloso. Hubo piedrazos a los autos y tuvo que intervenir la policía. Lamentable. (Cunadelanoticia/Olé)