Cuando el hilo se corta por lo más grueso
Un desperdicio de espacio. De mucho espacio. Eso es verdaderamente una cadena nacional. Encima, como pierde algunos puntos con el canal de la competencia, apela a la baratija más retrógrada para llamar la atención. Y eso que el rating lo mide un aliado, que dibuja los números a su antojo. Pelucas, tacos, gestos forzados, torpeza exagerada y, como siempre, mucho bullicio y griterío. Que muchos se ofendieron y con razón, no le quita patetismo a la escena. Tal vez no estaba en la intención ofender a nadie, aunque ofenda a su público todos los días con lo embrutecedor de su sello. Su extemporaneidad ofende. Y su angurria, que lo conduce a no tener límites, también. Pero no es el único que se disfraza. Moyano se puso el disfraz de opositor y quedó peor que con el que tenía antes. Scioli no decide con qué traje quedarse y, ante la duda, se pone todos. Y los evasores se disfrazan de víctimas y perseguidos y hay un coro que los apaña. Los dueños de las agencias cambiarias protestan porque cada vez tienen menos actividad y no saben de qué disfrazarse. Mientras en nuestro país muchos se quejan de llenos, en el Primer Mundo hay muchas razones para quejarse, pero sólo una es la más contundente: han sido estafados por los que siempre ganan.
Desde hace un tiempo, los periodistas opositores al Gobierno Nacional protestan –airados- por el uso que hace La Presidenta de la Cadena Nacional. Un poco confunden. No siempre habla por cadena. Algunos actos son televisados por los canales informativos pero por decisión propia. La Cadena Nacional se anuncia y se puede constatar en los canales de aire. O son brutos o son malos. En otros tiempos, cuando los presidentes hablaban por cadena nacional, los ciudadanos nos preocupábamos. Y si hablaban los ministros de economía, que eran más importantes que los propios presidentes, la presión arterial alcanzaba récords de cotización en la bolsa y la taquicardia marcaba variados ritmos de jazz. La cadena nacional agregaba dramatismo al drama cotidiano de las continuas crisis. Entonces nadie se quejaba porque cada discurso presidencial era el anuncio público de la derrota del poder político en manos del poder económico. Los discursos presidenciales eran una claudicación y provocaban más angustia en los ciudadanos y cuantiosas ganancias para los poderes fácticos. Como hoy no pasa nada de eso y cada anuncio es un triunfo de la política sobre la economía, como nadie se angustia ante un discurso presidencial, los carroñeros de siempre protestan y tratan de instalar un clima de adoctrinamiento. “La cadena nacional la pagamos entre todos”, dicen, con tono inteligente. En realidad, TODO pagamos entre todos, desde las cosas públicas hasta las cosas privadas. Hasta las grandes fortunas que disfrutan unos pocos las generamos entre todos. Acá y en cualquier parte del mundo. Cuando protestan por el uso de la cadena, lo que quieren es silenciar la voz de CFK para manipularla a su antojo.
Los discursos de La Presidenta anuncian transformaciones que los desesperan. Transformaciones que en Europa son necesarias, antes que las medidas de ajuste que tanto daño nos han hecho y están haciendo en muchos países de la zona. “Mal” para los que aplauden los ajustes del Primer Mundo; “mal” para los que –con desconocimiento de causa- afirman que ahora deberán pagar lo que gastaron; “mal” para los que están atravesados por tanta desmemoria. Los que deberán pagar el ajuste no son los que se llevaron la plata. La No-Patria Financiera se llevó todo sin producir más que angustia y descalabro en los pobladores. CFK lo ha dicho en una de las últimas cumbres del G-20: los actores del sistema financiero se están llevando todo y los estados deben poner un freno. Porque las grandes fortunas internacionales también las pagamos entre todos. Por especulación, explotación y corrupción se producen esas enormes cifras y generan la pobreza de los pueblos. Tal vez ha llegado la hora de que empiecen a devolver gran parte de lo que impunemente se han llevado.
El poder político, elegido por el voto popular debe marcar las reglas del juego en todos los puntos del planeta. Los mandatarios de cada país deben controlar y someter a las leyes a estos inmundos carroñeros que sólo ven en ‘la cifra’ la única razón de su existencia, aunque dejen a su paso la mayor desolación y pobreza. Sin pretender poner como ejemplo los momentos transformadores que está viviendo nuestro país –pero con la notoria intención de hacerlo-, las últimas medidas del Banco Central y de la AFIP van en ese sentido. Que la inmobiliaria Jorge Toselli esté inhabilitada temporalmente por no haber presentado las declaraciones juradas en los últimos años es una pequeña señal. Que todo se haya desencadenado por las palabras de La Presidenta en un acto a partir de las declaraciones maliciosas de uno de los socios es casi anecdótico. Que salgan a defender a los evasores algunos de los exponentes de la oposición es una vergüenza. “Usa a la AFIP para perseguir al que piensa distinto, como la Gestapo”, dijo Ernesto Sanz, el que con tanta brillantez había dicho que la AUH se iba por la “canaleta del juego y de la droga”. “Se nos están afectando las libertades individuales” se quejó el iluminado Cobos. “Fue un claro acto intimidatorio, impropio de la investidura presidencial”, manifestó Gil Lavedra. Para estos impresentables evadir es pensar distinto o libertad individual y denunciarlos es un acto intimidatorio. Y lo peor de la no-política fue expresado por el diputado del PRO, Federico Pinedo: “es poco democrático que la Presidenta utilice la cadena nacional para agredir a un ciudadano que no comparte las políticas del Gobierno”. Evadir, en este caso, es no compartir las políticas del Gobierno. Por si no ha quedado claro, ésta es la mejor manera de favorecer la acumulación malsana en perjuicio de los muchos. Aunque sea un caso menor, es uno entre muchos. Así habrán comenzado los buitres que sobrevuelan Europa. Que se quejen estos tipos es un claro indicio de que la política del Gobierno Nacional está bien encaminada.
El Banco Central, estrenando su nueva Carta Orgánica, está dando claras señales en la domesticación del capital desaforado. “Donde uno mete el dedo, sale pus” declaró Néstor Kirchner a poco de asumir la Presidencia que cambió La Historia. La suspensión de la compra de divisas para atesoramiento es “un paso adelante para la pesificación de las operaciones inmobiliarias”, expresó Mercedes Marcó del Pont. La comercialización de propiedades en dólares es una severa distorsión que ha quedado de los noventa y produce una anomalía en el pensamiento de muchos operadores. Acostumbrados a recibir dólares por los ladrillos, ahora no quieren saber nada con los pesos. Cuesta mucho sacar hábitos arraigados y las costumbres especuladoras. Hasta llegan a decir que las propiedades en pesos van a tener un valor superior que en dólares. En la cotización de las propiedades también hará falta una regulación, porque se ha descarriado a niveles alarmantes.
Y con esto de las restricciones a la compra de dólares las agencias de cambio están perdiendo lugar. Claro, se expandieron como hongos con la fiebre especuladora y ahora muchas deberán transformarse en otra cosa. Pero ahí saltó otra ficha. En los últimos cuatro años, muchas de estas casas de cambio presentaron quebranto en sus balances, lo que llama la atención en un contexto de record de fuga de capitales. Raro. La AFIP tendrá un enorme protagonismo en las próximas semanas. Y un poco de demonización también, porque comenzará a detectar evasores a partir del consumo de servicios que superen los mil pesos.
El Mercado se regula solo pero en su propio beneficio. Cuando existe la voluntad de distribuir el ingreso de manera equitativa, son los Estados los que deben regular el rumbo de la economía. Y controlar a los buitres, carroñeros, especuladores que no producen nada más que pobreza y malestar en las sociedades donde ponen el pie. La economía real es la que sirve a los ciudadanos. El resto es una ficción. De las peores.